La crítica sin filtros al menú de la boda de los Reyes por la que Miguel Ángel Revilla casi dimite: «Había un hambre…»

El mandatario, que a sus casi 80 años es el embajador más apasionado de su tierra, empezó por unas instrucciones sencillas. «Yo no te veo en ninguno de los partidos de los que hay ahora, tú tendrías que crear el partido de Joaquín» , resolvió, de primeras, Revilla.

«Para mí ser político es una vocación, no una profesión. Esto solo lo puede hacer alguien que tenga fe en que los problemas de los demás es la mayor satisfacción que te puedes llevar. Y sobre todo, luchar por tus raíces», añadió, asegurando que «llevo a Cantabria en el alma». Precisamente esa es la razón principal de haberse metido en política cuando ya tenía su vida resuelta.

Y es que la vocación le llegó al cántabro más bien tarde. De niño tenía otras preocupaciones. «Estuve en un colegio de curas siete años. «Allí me martirizaron; me trataron mal porque yo venía de un pueblo, hablaba con la 'u'…», admitió ante Joaquín , continuando con las confesiones. «Fíjate si es una vocación, que no se si lo volvería a hacer. Ha sido muy duro, pero jamás lo hice pensando que un día iba a llegar donde estoy».

En 1976 fundó el Partido Regionalista de Cantabria (PRC), pero lo que muy pocos saben es que antes de su incursión en política trabajó en la Bolsa de Bilbao, fue director de un banco, y profesor de Economía en la universidad. «Gané pasta. Con 30 y tantos años era lo que se podía considerar un triunfador», admitió. Hasta tenía un pequeño yate.

Sin embargo, atesoraba un fuerte sentimiento regionalista que le reconcomía. «Siempre tuve en la cabeza qué gente vivió en este territorio que se dejó quitar el nombre». Muerto Franco, lo invitaron a dar una charla como profesor para que diese su opinión sobre el futuro de España a partir de entonces. Auguró que habría una democracia como la francesa, así como un Estado de las autonomías.

También planteó que era momento de recuperar el nombre de Cantabria y convertirla una autonomía uniprovincial dentro de España, un punto de vista que causó mucho revuelo. «Dios mío, la que se armó. Me dieron hasta en el cielo de la boca», apuntó, entre risas.

Pero no estaba dispuesto a claudicar, así que empezó una ruta por todos los rincones de la comunidad. «Me largan del banco, tengo que vender el barco, darme de baja del club marítimo…». Sin embargo, las dificultades económicas tampoco lo frenaron. «Me dije, 'cuando tenga 80 años y esto no se llame Cantabria, me preguntaré si pude y no lo hice», reflexionó. 40 años después, sigue hablando de Cantabria, una posición que le ha abierto las puertas de eventos tan señalados como la boda de los reyes Felipe y Letizia .

Campechano y sin filtros , relató a Joaquín una divertida anécdota referente al menú del enlace. Acostumbrado a las «bodas de Caná» que se celebran en su tierra, el político se llevó una decepción al comprobar que desde luego no saldría de la recepción con el estómago lleno. «Llegamos al Palacio Real. Eran las dos, y había un hambre… Sacaron queso y jamón. Aurora, mi mujer, estaba 'venga, venga venga'. Pero yo le dije que se reservara, porque eso lo teníamos en casa».

Se equivocó de lleno pensando que en el convite habría munición acorde a una boda real. «Me mosqueó que en el menú había poca letra, y rara. Solo entendía 'a las finas hierbas'. Era un puto canapé así de pequeño», desveló, haciendo estallar en carcajadas a Joaquín . El segundo no era mucho mejor.

En una entrevista posterior contó con pelos y señales cada detalle de la boda real, incluyendo que pasó hambre. No se esperaba la polémica que se generó cuando Xavier Sardá le dedicó todo un programa de 'Crónicas Marcianas'   a las declaraciones del presidente cántabro, quien recibió de los colaboradores un aluvión de críticas que le afectaron sobremanera.

Especialmente cuando al día siguiente se enfrentó a la llamada más importante para él, la de su mujer. Ella le dedicó una frase tan demoledora como 'te dije que la televisión iba a acabar contigo'. Acto seguido decidió dimitir. Eso sí, antes de presentar su renuncia, tuvo que cumplir presentándose a un acto institucional. Allí, para su sorpresa, recibió el cariño y el apoyo de la gente. «Salí y se acabó el tema». Sobre todo cuando, un tiempo después, el mismísmo Rey emérito le dio la razón.