‘MasterChef’ nos representa

La muestra de los concursantes que participan clava el universo de España

Los motivos de ‘MasterChef’ para acortar la duración de sus galas

Sergio, uno de los concursantes de la nueva edición de Masterchef

Si damos por buenos, que ya son ganas, el carácter científico de los ensayos demográficos del CIS, la representatividad de sus muestras y la validez de los sesgos que de manera desinteresada introduce en sus trabajos barométricos, no nos queda más remedio que certificar la ... calidad del conjunto seleccionado por los responsables de ‘MasterChef’ para reproducir en un plató la diversidad social de lo que hoy entendemos por España, y no solo porque tanto las encuestas del CIS como los programas de RTVE surjan de la caja de herramientas de la propaganda sanchista, sino porque en ambas producciones, del género del entretenimiento, interviene como ingrediente básico la cocina.

Frente a las muestras, también representativas de su correspondiente universo, de ‘ MasterChef Celebrity ’, cuyos aspirantes se encargan de ilustrar la creciente –o descendiente, según se tome– bajura de una fama a la que se puede acceder con menos papeles que una liebre, sin oficio ni otro beneficio que el que proporciona la exhibición pública de la gandulería, televisada a la antigua o socializada a través de las redes, en ‘ MasterChef Vulgarity ’ se juntan el hambre y las ganas de cocinar de una nación en miniatura, modelizada con mano izquierda y sesgo de progreso para conocimiento general.

A diferencia de las celebridades que se alojan en la sala VIP del programa de RTVE, por esta cámara de los comunes circula gente que trabaja –la España que madruga, que dijo Vox– y que se busca las habichuelas, cocina de fusión, con los instrumentos que el siglo XXI pone a su alcance: un ‘tiktoker’ graduado en soberbia, una jueza, un cura venezolano, un brigadista forestal, un taxista madrileño, una controladora aérea, un DJ, una persona no binaria en excedencia, un agente inmobiliario, una camarera y varios emprendedores, casi todos con balcones a YouTube y vocación de telepredicadores del sector del ocio.

Quizá falte la figura del pensionista que en la muestra sociológica de María Jesús Montero, encuestadora del CIS, reparte la paga entre sus hijos para que vayan tirando, pero hay que reconocer lo bien perfilado que está este subconjunto de la España que madruga y que confía en la meritocracia ‘web’ para llegar a ser ‘celebrity’.

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