El fraude de los «influencers»
HBO España estrena el documental «Fake famous», cuyo director, el periodista Nick Bilton, demuestra lo fácil que es comprar seguidores en Instagram y fingir una lujosa vida
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Iniciar sesiónEn un capítulo de la serie «Evil» , sobre una psicóloga forense y un seminarista que investigan casos paranormales, unos influencers venden literalmente su alma al diablo para ser relevantes. Es una exageración de los guionistas, pero también una sátira y una metáfora ... del loco mundo prepandemia en el que vivíamos.
En «Fake famous» , documental disponible en HBO España , el diablo es Instagram, la red social que sus protagonistas –tres jóvenes estadounidenses sin oficio ni beneficio– utilizan como ascensor social. Porque ya no hace falta ser un músico, un actor o un deportista para ser un referente. Ni siquiera hace falta concursar en un reality , otrora atajo. El famoso era famoso por ser famoso. Ahora con presumir de «estilo de vida» en internet y subir varias fotos al día es suficiente, aunque sea falso. Es lo que intenta demostrar y desmontar su director, el periodista Nick Bilton . Como redactor de tecnología en la revista «Vanity fair» le propusieron escribir sobre la «cultura influencer» y su respuesta se convirtió en la sinopsis de este largometraje: «Podría crear un influencer en diez minutos». En este caso, hora y media.
Cinco mil personas se presentaron a un «casting» que preguntaba: «¿Quieres ser famoso?». De ahí salieron los protagonistas de «Fake famous», a quienes el periodista compra muy fácilmente seguidores, o sea, robots que fingen ser hombres, mujeres, liberales, conservadores... Cien dólares a cambio de diez mil seguidores. Y para ello hay que engañar al algoritmo, pues la subida no puede ser súbita y debe haber un equilibrio entre los «me gusta» y los comentarios.
Son falsas muchas de las fotos publicadas, pero también la moneda de cambio para una experiencia real y gratis : un viaje a Las Vegas, una sesión en un gimnasio… Porque el dinero que ganan famosas como Kim Kardashian (o Anabel Pantoja ) sí es real, aunque las agencias que las contratan no sepan realmente qué funciona. «Es como tirar espaguetis a la pared», resume Nick Bilton en «Vanity fair». Un indigesto trozo de mantequilla con canela puede ser un delicioso postre en pantalla. Y con la tapa de un váter y una pantalla se puede emular una ventanilla de avión con vistas paradisíacas.
«Prefiero ser influencer que trabajar en un restaurante», dice Dominique Druckman , una de las jóvenes protagonistas de «Fake famous», la única dispuesta a todo. Otro prefiere ser «real y pobre» que «rico y falso». Pero, ¿qué demonios es un influencer ? «Alguien mitad empresario, mitad celebridad», explica uno de los testimonios del documental de HBO. Más pistas: «Alguien que tiene muchos seguidores». «Alguien que se promociona a sí mismo o a marcas». Porque, como apunta el periodista, quizás el problema es no llamar a las cosas por su nombre: vendedores de una vida a la que aspiran sus seguidores. No todo son cuerpazos, bikinis y playas, pues hay todo tipo de influencers (hasta de decoración) y para algunos es una manera de reivindicar su identidad como latinos y negros o una causa como el feminismo y el ecologismo .
Pero las consecuencias de dicha exposición pueden ser fatales para el influencer –a uno de los protagonistas del documental le genera ansiedad dicha pose– y el influenciado. Los universitarios, adictos al teléfono y las redes sociales, son quienes más lo sufren y uno de los efectos más perjudiciales es hacia su autoestima, explica a ABC la psicóloga y fundadora del Instituto Europeo de Psicología Positiva Dafne Cataluña . Una de las «grandes enemigas» de la autoestima es precisamente la comparación, deporte internacional en Instagram: «Resaltar lo que la otra persona tiene muy bonito o le caracteriza muchísimo y nosotros no tenemos».
Admiración y envidia
«Es muy probable que, además de admiración, se despierten en nosotros sentimientos de envidia», añade el psicólogo de iFeel Rafael San Román . El director de «Fake famous» es más directo: «La cultura influencer está diseñada para hacerte sentir como una mierda». Hasta él mismo, que escribe sobre las redes sociales desde su inicio, cayó en la trampa durante el confinamiento: «Pensé que mi vida era aburrida y me sentía fatal».
Siempre ha habido personas a las que admirar y seguir, pero Instagram proporciona una sensación de cercanía y la posibilidad de contacto. Así el seguidor se cree importante y se engancha aún más. «Admiramos que la gente sea reconocida por estar en televisión o una revista sin [dejar un] legado en este mundo. No buscamos tocar la guitarra o componer una canción bien; buscamos que nos sigan», amplía la psicóloga.
Ese «refuerzo social» viene en el paquete, pues los humanos están hechos para ello. «Antes lo recibíamos con padres y amigos, pero ahora hay un volumen ingente para el que nuestro cerebro no está preparado», explica Dafne Cataluña. La tecnología siempre está un paso por delante de la cultura y la política. Ahora la Comisión Nacional del Mercado de Valores se plantea cómo vigilar a los influencers . «La tecnología se mueve más rápido que cualquier cosa y durante la última década hemos visto cómo afecta a la gente: suicidios, acoso, depresión, ansiedad… Todas esas cosas están relacionadas con las redes sociales», advierte Nick Bolton.
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