El boicot al boicot, la derrota de los anunciantes ante el público más radical

Varias compañías se retractan de su campaña contra un programa político de la cadena FOX

Sam Hannity, el presentador del program REUTERS

El pasado fin de semana, las redes sociales se llenaron en EE.UU. de gente que destrozaba máquinas de café. Usuarios indignados colgaban vídeos en los que pulverizaban los aparatos con un palo de golf, a martillazos, lanzando pastillas de hockey sobre hielo o ... con un modesto ladrillo. Otros tiraban las máquinas por las ventanas, las aplastaban con su coche o les pegaban fuego. Todas eran Keurig , una marca envuelta en el último rifirrafe político que mezcla medios de comunicación, compañías y consumidores.

Todo comenzó el pasado jueves, con unas afirmaciones polémicas de Sean Hannity , un presentador de Fox News de corte conservador y con mucho seguimiento entre la base electoral de Donald Trump. En su programa de radio, Hannity deslizó que los encuentro sexuales a finales de los 70 entre Roy Moore –el nominado republicano en Alabama para pelear por un escaño en el Senado el año que viene– y varias chicas menores fueron «consensuados» . Poco después, dijo que se había «expresado mal», pero apuntó a que las víctimas podrían haber hecho ahora las denuncias por dinero o para dañar políticamente a los republicanos.

El llamamiento al boicot a los programas de Hannity no tardó en llegar. Media Matters, una organización de izquierdas que rastrea lo que se dice en los medios, elaboró una lista de anunciantes de sus programas e invitó a que sus consumidores les exigieran que cortaran la publicidad.

Keurig , una compañía popular de máquinas y pastillas de café, comunicó por Twitter que dejaría de anunciarse con Hannity . «Hemos hablado con nuestra agencia de medios y les hemos pedido que cesen los anuncios», escribió la cuenta de Volvo, otro anunciante. Media docena más de compañías tomaron la misma decisión.

Fue entonces cuando llegó el boicot al boicot , que tuvo especial saña con las cafeteras. Tras un fin de semana de vídeos e imágenes de máquinas hechas añicos, acompañados con mensajes como #BoicotKeurig o #DestrozaTuKeurig, la compañía dio marcha atrás y borró sus tuits al respecto. Bob Gamgort, el consejero delegado de Keurig, justificó que no se habían seguido los protocolos a la hora de tomar la decisión y pidió disculpas a sus empleados por las consecuencias negativas de «haber tomado partido». Algo similar hicieron otros anunciantes: Volvo también eliminó su mensaje y otras compañías aseguraron que hacía meses que no aparecían en el programa.

El esperpento llegó al punto de que esta semana Hannity pidió a sus seguidores en su programa que dejaran de romper cafeteras, tratando de contener la risa. Incluso dijo que regalaría 500 máquinas de café de Keurig entre su audiencia y que aceptaba las disculpas de Keurig (aunque no fueron dirigidas a él).

El episodio es una muestra más del terreno pantanoso en el que se ha convertido el consumismo político para las marcas. Desde el ascenso político de Donald Trump, ha habido múltiples llamamientos al boicot de compañías, lo que coloca a estas entre la espada y la pared: o indignan a parte de sus consumidores o enfurecen a otros .

El boicot al boicot, la derrota de los anunciantes ante el público más radical

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