Pérez-Reverte se mostró crítico e incisivo una vez más en ambas cuestiones. «Estamos criando generaciones de jóvenes en este momento que no están preparado para cuando venga el iceberg del Titanic», señalo. A su modo de ver, «los jóvenes se están criando híper protegidos y pensando que el mundo se soluciona enchufando un teléfono. Es un error porque les hemos quitado los mecanismos defensivos».
Así, prosiguió, se están criando «instalados en un mundo irreal». Él mismo admitió estar muy apocalíptico con ese tema. «Ese alejamiento de la realidad, de lo que otros en África, Asia o América del Sur sí conocen como realidad cotidiana nos hace muy vulnerable. Estamos dejando chiquillos indefensos para cuando mañana venga el apagón», remachó.
«Todos no somos iguales»
Sobre el sistema educativo, se ha puesto de ejemplo de mal estudiante. Un chiquillo, una niña, un niño, tienen que poder ser ellos. Con sus errores, con sus aciertos. «Si uno es mal estudiante, pues que suspenda. Yo repetí tres cursos en bachillerato, y una vez con todo suspenso y otra me echaron del colegio, y no fue ninguna tragedia. Me busqué la vida, encontré mi camino y me normalicé. Pero, todos no somos iguales. Hay niños inteligentes y niños que no lo son; niños trabajadores y niños que no lo son», manifestó.
A su juicio, «tú no puedes tratar igual al niño brillante, que el día de mañana puede ser quien esté tirando de la locomotora y del carro de la vida, quien haga mejor el mundo para los otros, que al que se niega a estudiar o al que no tiene el talento suficiente».
Todos deben tener las mismas oportunidades, aclaró, pues eso es la igualdad. «Pero, una vez dentro del sistema, al brillante prémialo, apóyalo, ayúdalo, empújalo, estimúlalo. Y al que no es brillante ayúdalo, pero no intentes rebajar al brillante a la altura del mediocre, porque entonces te los estás cargando a todos».
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