Análisis

«OT 2017»: cantantes sin sello propio entre el caos

Un discutible casting y una ruinosa factura técnica debilitan el regreso del popular programa a TVE

El problema de «OT 2017» en su estreno no fueron las «catastróficas» actuaciones de los aspirantes a entrar en la Academia . Tampoco el ritmo soporífero de su primera gala, su excesiva duración (¡más de tres horas y sin un corte publicitario!) o ... la expresión amedrantada de su presentador Roberto Leal, que para próximas semanas debería seguir el poco sutil consejo que le brindó Rosa de España sobre el escenario («¡sácate el palo del...!»). Todo eso puede corregirse, aunque los concursantes mostraran ayer carencias importantes y una falta de tablas desesperante. El gran problema del anhelado regreso de «Operación Triunfo» a TVE está en el muro que sustenta esta edición: un discutible casting y una ruinosa factura técnica que la cadena pública lastra desde hace años en sus diferentes apuestas musicales.

18 artistas pugnaron ayer por ser alumnos de la Academia que en 2001 llevó al éxito a Bisbal, Bustamante, Chenoa o la propia Rosa López. El encanto de la vuelta del éxitoso formato a TVE, además de la voraz campaña mediática meses atrás con «El Reencuentro» de los concursantes de la primera edición, devolvió al talent show una expectación prometedora y la irrefrenable inclinación de sus espectadores a enamorarse del formato como ya hicieron hace 16 años. La nostalgia ha sido la herramienta más eficaz en esta estrategia (muy bien lograda) para captar al público, pero el producto servido ayer se aleja mucho del que la mayoría de espectadores esperaba. «OT 2017» lideró el audímetro con un 19% de cuota de pantalla, superando incluso a «La que se avecina» (17,6%). Un prometedor dato que, sin embargo, puede caer estrepitosamente en próximas semanas por el poco entusiasmo que ha generado la gala cero.

Los concursantes seleccionados, además de sus comprensibles fallos en la primera prueba de fuego, pueden agruparse bajo un mismo perfil . Intérpretes millenials, de problemática inexperiencia (pese a que algunos ya sabían lo que era pisar un plató de televisión) con una imagen atractiva y estética moderna. Nadie se queda fuera del trazo perseguido por Gestmusic.

Por si fuera poco, sus timbres de voz son prácticamente imposibles de diferenciar. La productora ha querido construir un programa buscando un único producto exitoso cuando en los concursos musicales triunfa ahora mismo la diversidad. Ninguno de ellos supera incluso la treintena, con la excepción del malloquín Ricky, que casi se ofendió en pleno directo porque le habían rotulado que tenía 32 años cuando en realidad tiene 31. Entendible su enfado cuando muchos se han referido a él como el «abuelo» de la edición. Paradójicamente, fue el único que se desenvolvió con notable soltura en el escenario frente a las actuaciones encorsetadas del resto de sus compañeros.

Si la industria musical actual acostumbra a alimentarse de cantantes de usar y tirar, el único perfil de artista que busca TVE con «OT 2017» conduce inexorablemente a que el ganador del concurso siga ese desastroso camino . Y todo esto si el elegido llega, porque la cadena ya no promete una carrera discográfica como premio sino un cheque de cien mil euros. ¿Dónde estaban ayer los cantantes con sello personal, que atrapan con una mirada, deleitan con una personalidad arolladora y crean una atmósfera envolvente durante sus actuaciones? Cierto es que el objetivo de una academia de música sirve para formar a los cantantes con la vista puesta en esos objetivos, pero ayer vimos que a todos ellos les queda mucho camino por recorrer. Nadie parecía marcar diferencias sobre el escenario, salvo la combativa Marina y el mencionado Ricky. A otro de los chicos, Alfred, hay que reconocerle que apostara por un blues tan especial como «Georgia on my Mind», aunque su actuación no generara gran entusiasmo.

Que las decisiones del jurado no concordaran con las diferentes actuaciones de los artistas añadían un sentimiento de engaño difícil de superar para el espectador. Las elecciones directas de Aitana, Juan Antonio o Ana Guerra no se pueden entender procediendo de un jurado exigente y profesional. ¿Para qué servía hacer una gala tan larga cuando los concursantes ya estaban elegidos de antemano?

Uno de los aspirantes puede ser el elegido para representar a España en Eurovisión 2018. La cadena pública no ha desvelado sus planes a la espera de ver si el programa triunfa o tiene que buscar de forma apresurada un 'plan B', que probablemente pasaría por una elección interna. Sólo hace falta echar a un ojo a la lista de ganadores del popular concurso europeo (Salvador Sobral, Jamala, Måns Zelmerlöw, Conchita Wurst o Loreen) para percibir que todos ellos son artistas de arrolladora personalidad y poseen un factor esencial único. ¿Algunos de los concursantes conocidos ayer se ajustan a este perfil? Veremos.

Y si el método de elección de aspirantes es un problema, no lo es menos la desastrosa factura técnica del programa. Graves fallos de sonido (que perjudicaron a los cantantes en sus actuaciones), problemas en la ejecución de algunas partes del programa y una realización que se queda muy lejos de lo que se espera de una televisión moderna. Resulta desalentador observar cómo TVE no ha conseguido crear un producto musical a la altura en estos últimos diez años.

La experiencia de Gestmusic en este tipo de programas no ha servido para cumplir con unas garantías mínimas y «OT 2017» quedó anoche herido pese a su primer gran dato de audiencia. Sólo el contagiable amor por el exitoso formato y la innegable mejora que experimentarán los concursantes en posteriores programas pueden ayudar a mantener el espacio en antena. El quid de la cuestión es si para alguno de ellos habrá vida más allá de formar parte de la nueva horneada de «triunfitos».

«OT 2017»: cantantes sin sello propio entre el caos

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