Televidente
Una promesa incumplida
«Internet llegó envuelto como un paraíso del conocimiento, de la información, pero a estas alturas bastan tres consultas en Google para constatar que el buscador es la antítesis de una biblioteca»
Correr es una forma de huir
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Iniciar sesiónMás fácil que enfadarse es aburrirse, desencantarse, ir por la vida como un niño que cada día descubre que los Reyes Magos no existen. ¿No lo notan? Esa sensación no de vacío sino de que no nos espera nada mejor a la vuelta de la ... esquina, de que esto es lo que hay, un bucle de jaleos que se parecen los unos a los otros, y el mar tan lejos todavía. «Si nos duele el futuro es porque nos aferramos al vago recuerdo de una promesa incumplida», escribe Marina Garcés en 'El tiempo de la promesa' (Cuadernos de Anagrama), un ensayo que perfila un naufragio generacional y explica la nostalgia: parece que ya solo nos queda volver a las ruinas, que son promesas pasadas, la esperanza de que el mundo fue un lugar mejor.
Internet llegó envuelto como un paraíso del conocimiento, de la información, pero a estas alturas bastan tres consultas en Google para constatar que el buscador es la antítesis de una biblioteca, apenas una repetición de cuatro datos trillados vestidos con las normas antiliterarias del SEO. Las redes sociales se estrenaron como el edén de la creatividad, al fin liberada de los mediadores, pero los algoritmos de posicionamiento han impuesto unas narrativas más estrictas que el verso endecasílabo o el hexámetro homérico. Y por supuesto más ridículas. Ahí tenemos a media humanidad bailando en TikTok y a la otra media quemando las horas de su vida en el scroll infinito, un invento del que ha renegado hasta su propio creador, Aza Raskin. Es una dinámica similar a la de Spotify, que en su modo aleatorio juega a encerrarte en un círculo de canciones con un radio menor al de Kiss FM, o a la de las plataformas de streaming, que cada vez se parecen más a esos cinéfilos cansados incapaces de ver vida más allá de John Ford.
Luis Rosales lo sintió antes de tiempo: «Porque todo es igual y tú lo sabes, / has llegado a tu casa y has cerrado la puerta / con aquel mismo gesto con que se tira un día, / con que se quita la hoja atrasada al calendario». A él, por lo que sea, llegué por un amigo, no por un algoritmo. Ahora que todo es automático, el lujo es la prescripción humana, que aún nos ofrece la promesa de lo imprevisible. Es el placer de salir del trabajo, pedir una cerveza y escuchar: por cierto, ¿has leído a Francisco de Aldana?
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