Televidente
La libertad de elegir mal
«Con el refinamiento de las recomendaciones automáticas está desapareciendo el gusto personal»
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Iniciar sesiónEntre la nostalgia del videoclub y la lupa de Instagram cabe un mundo en el que la raíz del progreso no está en mejorar las cosas, sino en abaratarlas, normalmente por la vía de la automatización, esto es, mediante la expulsión del hombre: los zapatos ... hechos a mano eran mejores, como los trajes de sastre y, de momento, la poesía satírica. Claro que eran bienes para muy pocos. Lo que es para todos siempre es peor. Más cutre.
Aplicado al audiovisual, a este fenómeno se le llamó democratización. La democratización del cine era la cámara réflex y el micro de corbata de veinte euros, y la democratización de la fotografía fue el iPhone; solo había que ver las tarjetas de memoria del común de los mortales para comprobar que lo que no se podía democratizar era el arte.
Con la llegada de las plataformas de streaming hubo quien profetizó un nuevo edén para la creación: al fin las series se quitaban los corsés de las cadenas tradicionales, al fin las comedias podían durar una hora o dos o tres y al fin se podían decir tacos («no es televisión, es HBO») y construir personajes complejos como demonios. Daba la sensación de que solo iban a proliferar los David Chase, David Simon o Vince Gilligan. Han pasado los años y, por lo que sea, la programación de Netflix se parece más a la de Telecinco y los éxitos se asemejan los unos a los otros: se copian hasta la paleta de colores. Ay.
Aquel paraíso se vendió, también, como el reino del espectador. Aquí, decían, podrás ver todo lo que quieras, cuando quieras, como quieras. Luego llegaron los algoritmos para decidir qué era lo que queríamos, librándonos así del infierno de ser libres. Lo explica Kyle Chayka en 'Mundofiltro': con el refinamiento de las recomendaciones automáticas está desapareciendo el gusto personal, que hemos delegado en una tecnología diseñada para complacernos de la forma más eficiente y evaporar así nuestro tiempo. Chet Haase, un ingeniero de Google, ilustró su funcionamiento con un chiste: «Un algoritmo de aprendizaje automático entra en un bar. El camarero le pregunta: «¿Qué vas a tomar?» El algoritmo dice: «¿Qué están tomando los demás?»».
Chayka propone recuperar la soberanía de nuestro criterio, la libertad de elegir. De elegir mal. Es mucho más interesante que el acierto robotizado.
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