Televidente
La más grande de las mentiras
«No sé si han visto una reforma con sus propios ojos. Espero que no: es terrorífico»
Cantos de sirena
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Iniciar sesiónDurante mucho tiempo me dormí felizmente con esos programas de reformas que solo prometen felicidad. La vida era maravillosa. Cerraba los ojos y cuando los abría los gemelos Scott habían convertido un zulo en una cocina con isla. Los volvía a abrir y ya ... tenían listo el salón con chimenea. La idea era que los dueños salían de casa un día y cuando volvían los hombres de negro habían hecho sus sueños realidad, hasta los que no habían tenido. Era una utopía política, una utopía de la hora de la siesta. Y también, claro, la más grande de las mentiras.
No sé si han visto una reforma con sus propios ojos. Espero que no: es terrorífico. El polvo se acumula en lugares que no sabías ni que existían, y que probablemente no existan del todo: el saliente de un cajón, el perfil que hay entre el enchufe y la pared, la parte de arriba del aire acondicionado, el borde del rodapié, las pestañas, el aire mismo. Es una fiesta de la suciedad. Y eso solo te preocupa cuando ya han hecho las chapuzas. Antes hay que decidir hasta la posición de los átomos de oxígeno que van a caber en el salón. Una reforma es un montón de decisiones absurdas pero trascendentales, que van a marcar tus rutinas el resto de tu vida: a qué altura quieres los interruptores, cuántos quieres, dónde, ¿seguro ahí?, la mampara de la ducha, ¿de doble pestaña?, ¿y las ventanas cómo?, los focos, ¿empotrados?, ¿el telefonillo aquí o allí?, ¿los quieres conmutados, los enchufes?, ¿qué tono de blanco prefieres para la pared? Dicen que los esquimales distinguen veinte tipos de blancos: son unos novatos, los pintores conocen mil, pero después solo es uno el que buscas para tu piso. Y así, casi sin darte cuenta, las obras en un pequeño apartamento se convierten en las de El Escorial, y ya no puedes ir por el mundo sin fijarte en los remates de las puertas o en el patrón de los listones de madera del parqué. Es un poco como lo de las bodas, ¿no? Se empieza organizando algo íntimo y a mitad de camino te invade un espíritu como de Sergio Ramos y acabas buscando en Google el contacto de Lady Gaga, por si cuela.
Por cierto: en estos casos la limitación de presupuesto es una bendición. Dame lo más barato, por favor. La de problemas que solucionas con esas palabras. Pero a ver dónde cuelgo la tele.
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