Televidente
Cantos de sirena
«Hay gente que pierde elecciones y otra que se mete a sirena: realismo mágico, pero de verdad»
Miopes del mundo, uníos
Una imagen de 'Gente sirena', ya en Netflix
Hay gente que pierde elecciones y otra que se mete a sirena: realismo mágico, pero de verdad. Acaban de estrenar en Netflix un documental sobre esas personas (sobre todo mujeres) que se ganan la vida fingiendo ser medio pez por parques acuáticos y demás ... piscinas y mares con público. Es un oficio duro. El primer capítulo (hay cuatro, aquí vamos en serio) empieza con las sirenas saliendo del agua y gritando de dolor por el cloro en los ojos. Luego una enumera los peligros de su oficio: apneas, visión borrosa, hipotermia... Una fiesta, vaya. Por lo visto, el sirenismo, mezcla loca entre natación sincronizada y cabalgata de Reyes, es una profesión emergente en Estados Unidos, faro de Occidente todavía. «Hace veinte años fui la primera sirena independiente profesional, ahora hay miles en todo el mundo», dice una tal Hannah Mermaid. El negocio mueve hoy quinientos millones de dólares al año. Los trajes cuestan varios cientos. Y nadie se ríe mientras lo cuenta.
'Gente sirena', que así se llama el documental, viene a sumarse a esa corriente de producciones sobre friquis que llenan el fondo de armario de las plataformas, en un ejercicio sociológico que no agradecemos lo suficiente: 'Tiger King', 'Mucho mucho amor: la leyenda de Walter Mercado', 'La Tierra es plana'... En fin, el menú es más completo que un bufé chino, y se sirve con gracia, empatía o lo que surja. Sergio del Molino escribió el domingo sobre 'Los apocalipsis del pasado' (también en Netflix), que cuenta el negocio de Graham Hancock, un señor que se ha dedicado a vender chifladuras varias. La más exitosa es que en la prehistoria hubo una civilización avanzadísima de la que no sabemos nada. Qué peligro. El artículo venía a sentenciar que estas cosas ya no se pueden ver desde la ironía antes de la siesta. El ya es por las fechas, claro. «Hancock forma parte de una internacional conspiranoica que se ha movilizado y que a veces le da por asaltar parlamentos, y otras, por presentarse a las elecciones (...) Aquellos friquis exaltados (...) tienen hoy escaños y varas de alcaldía. Esta noche, tras el recuento, no pocos obtendrán cargos públicos. Así no hay quien se eche una cabezada»
No sé si en una guerra la primera víctima es la verdad, pero en unas elecciones, antes y después, lo que muere es el humor. Y la ligereza. Y la razón. Será por los cantos de sirena.