Las violencias del verano

La aparición en el plató de Rocío Flores y David, los niños, ha sido considerada violencia vicaria y los que pensaban que Telecinco emprendía un feminismo escarmentado y comprometido denuncian ahora el inmoral negocio.

Con Olga ha ganado el machismo, han dicho los defensores de Rocío Carrasco (en términos de ‘reality’, ‘los reventados’); lo ha dicho Carmen Borrego, a la que hay que tomar muy en serio porque, según ella, no vive de su cuerpo, vive de su mente. Gana el modelo de familia heteropatriarcal, opinó Belén Rodríguez, un poco la María Antonia Iglesias del vicarismo rociista. En el otro lado, con mucho cuidado y mucho tiento, y a poder ser si no están Corredera o Jorge Javier, Kiko Matamoros y Antonio Rossi se atreven a decir que el rey va desnudo.

Ahora mismo hay dos violencias en los medios. Tres, en realidad. La constante violencia de género, por supuesto, pero dos se añaden: una es la homófoba (que no incluye, por cierto, reírse del pobre y genial Avilés, el periodista más veraz de la cadena). Vivimos el verano de la homofobia, y una portada de ‘El País Semanal’, pórtico de la realidad alternativa, lo ha certificado.

La otra es la violencia vicaria sobre Rociito , un flujo indirecto, multiforme, que lleva a Enrique del Pozo (otro ex de ‘Crónicas Marcianas’) a decir que «Antonio David ha resucitado en el cuerpo de su mujer». Es una violencia médium, por agente, como cuando un escritor progubernamental recibe una amenaza y, vía libro de estilo, como con las cartas de Unabomber, acaba culpando a todo el que le lleva la contraria.

El heteropatriarcado, la homofobia institucional, el odio derechista … Pues Telecinco se generó su propio manantial de violencia proteica con Antonio David. Y va a explotarlo.