Darwinismo en el Tajo

El cuerpo fue creado para combatir el terrorismo de los años 70, que ahora dirán que no era de izquierdas sino terrorismo folclórico o, qué sé yo, postcarlismo protopunk.

La serie es propaganda, sobre gente admirable, pero propaganda : el Estado mangoneado por el PSOE nos muestra 'su último recurso' ('Detrás nuestra no viene nadie'). Pero dicho esto, es un acierto. El inspector Pelayo, un sargento de hierro constitucional, va a ser una estrella, una especie de ‘personal trainer’ nacional, y la serie contiene los planos del año: los aspirantes en el río, de noche, buscando la hipotermia. El frío en sus ojos. «El Tajo decide, el Tajo hará de Darwin».

En la serie hay ideas peligrosamante aleccionadoras. Se insiste en que los GEO son 'piñones de un engranaje'; bajo el servicio a España, todo se sacrifica al grupo. Los aspirantes pierden la identidad, se convierten en un número y solo importa lo que hay en su 'alma', que debe aflorar. Es crossfit extremo espiritual. «Tu conciencia te mira».

Cuando el Inspector Pelayo nos habla de la vida rural en su Asturias natal confirma que se trata de un ideal: el grupo. Los GEO mantienen una idea de comunidad, de vida retirada bajo un espíritu de milicia y la serie permite vislumbrarlo. Ávila y Guadalajara. Nieve y monte. No van en parejas, forman «binomios» y cantan las canciones de ‘La Chaqueta Metálica’ («Aquí mi fusil, aquí mi pistola…») pero sin letras que puedan irritar a Irene Montero, que de todos modos protestará porque ser GEO es bastante poco inclusivo y no se ven GEAS.

La serie inspira una vida activa, distinta, aunque al verles realizar sus operaciones se nos viene a la cabeza, con todo su sentido amenazante, la conocida frase: «A estos no los sacan ni los GEO» .