De Cárdenas a Pablo Motos

Motos tiene un estilo un poco sicalíptico. Considera que si un hombre bajito, feo y naranja hace requiebros a las mujeres más bonitas del mundo el público, un público amplio, lo considerará gracioso. No es humor fino, y puede haber momentos embarazosos, pero responde a una genealogía humorística reconocible que, de repente, merece la reprobación de un gobierno lanzado a la reeducación.

El objetivo del ministerio de Igualdad no tiene que ver con las violaciones, es elaborar una moralidad nueva. O al menos unas nuevas buenas maneras. Una nueva decencia pública, un 'nuevo hombre' y un nuevo instrumento de poder con el que perseguir la más sutil disidencia y trasladar el centro, mover el centro. El humor importa para eso. El humor tampoco consiste ya en hacer reír: sirve para decir lo que aún le cuesta decir al periodista y para designar lo risible. El humor de Motos, su tonillo, resulta ya demasiado mediterráneo, salaz y parecido a nuestros padres… Motos es valenciano y uno de los proyectos culturales en marcha es convertir al valenciano clásico en un aspirante a catalán. «¿Usted es valenciano? Entonces es fascista, como yo», respondió Giménez Caballero a un entrevistador.

Hace nada molestaba Javier Cárdenas . Ahora es Pablo Motos, 'progre' pero no lo bastante. Por eso a Jorge Javier no le afearán sus excesos verbales con mujeres. 'Sálvame' no molesta aunque en 2010 'El País' consideraba que Belén Esteban era «populismo fascistoide». «Por mi hijo mato» era fascismo y doce años después Pablo Motos merece una campaña ministerial . El objetivo del feminismo es el hombre y su función estos días ser cortina de humo de la sedición. El ministerio para las mujeres es un ministerio-corista y entre golpe y golpe (de humor) sale a entretener.