Televidente
Zapeando por el mar
Aún no hemos inventado un placer mayor que ver el mar, que es la religión de los que no van a la iglesia. Tal vez por eso Cunqueiro quería convertirlo en derecho universal
El infierno del 'streaming'
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Iniciar sesiónEl ocio del siglo XXI lo inventó en el siglo XX Prétextat Tach , un hombre obeso e imberbe de ochenta y tres años que, cada noche, después de fumarse veinte puros y dejarse bañar por su enfermera, encendía la televisión con la determinación ... del artista que vuelve al estudio. En ese momento, y armado con su mando a distancia, empezaba un ejercicio de destreza manual y mental impecable con el que intentaba construir la secuencia publicitaria más larga del mundo. «Si se hace ‘zapping’ con inteligencia –le explicaba a su periodista en su lecho de muerte–, es perfectamente posible lograr media hora de anuncios sin interrupción. El resultado es una maravillosa ópera multilingüe: el champú holandés, las galletas italianas, el detergente biológico alemán, la mantequilla francesa, etc. Disfruto de lo lindo». Cuando empezaban los programas y era imposible seguir su maratón cerraba el chiringuito. Y al día siguiente vuelta a empezar. Antes de eso había ganado el Nobel de Literatura , pero a esas alturas ya no escribía: estaba demasiado ocupado con estas cosas.
La historia, una mentira, la cuenta Amélie Nothomb en ‘Higiene del asesino’, su primera y brillante novela. El protagonista, este ser extraño y pálido, además de histriónico, es un prodigio en el arte de matar las horas, y en ese empeño ridículo nos refleja: siempre hay verdad en la exageración, en los límites, en la sátira. A este lado de la realidad desbloqueamos con urgencia el móvil para ver a un cocinero perdido en el Amazonas cortando merluza con un hacha, o una competición de bofetadas, o un pulpo entrando en una botella, o una mujer quitando espinillas. No es broma: es el algoritmo. Y cada uno pierde el tiempo como puede. Y el 'scroll' es infinito. Y después del pulpo llegó un gatito, claro. Es el progreso.
Puestos a no hacer nada (nada en contra), en Instagram hay una cuenta que se dedica a recopilar momentos de la vida Mediterránea. Se llama Cremelamare . Es fácil echar la tarde con esas escenas de costa en las que hay brisa sin viento, y en las que los abuelos se afeitan en el puerto y los desayunos se preparan con vistas y las cosas suceden sin hacer ruido. Dan ganas de dejarlo todo y huir a Sicilia, sí, pero sin móvil. Aún no hemos inventado un placer mayor que ver el mar, que es la religión de los que no van a la iglesia. Tal vez por eso Cunqueiro quería convertirlo en derecho universal.
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