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«Un, dos, tres»: 40 años del programa que todos recordamos

Los protagonistas de «Un, dos, tres» celebran en ABC el aniversario de uno de los 25 programas más importantes de la historia

«Un, dos, tres»: 40 años del programa que todos recordamos

JOSÉ EDUARDO ARENAS

A muy poca gente le resulta extraño el nombre de Chicho Ibáñez Serrador (nacido el 4 de julio de 1935 en Montevideo, Uruguay). Incluso las nuevas generaciones han visto, a través de internet algo de su prolífica carrera, en la que el «Un, dos, tres... responda otra vez» (1972-2004) es uno de sus buques insignia. Mítico, auténtico patrimonio nacional, es un fenómeno social que reunió a más de 20 millones de espectadores en los años 60 y 70, con la televisión en blanco y negro y solo dos canales. Se encuentra entre los 25 mejores programas de televisión de todos los tiempos en el mundo entero. De la calidez, humanidad y de su punto maquiavélico da fe esta entrevista, con la que maestro celebra con dos días de antelación el 40 aniversario de su «juguete» preferido.

Cuenta Chicho que cuando le propusieron en TVE hacer un programa de preguntas y respuestas empezó analizando «cómo eran estos espacios hasta entonces, llegando a la conclusión de que solo había tres tipos: de preguntas y respuestas, de vencer dificultades físicas y de cambiar esto por lo otro, sin que los concursantes supieran de qué se trataba». «Había que elegir una de las formulas. Pero qué tontería, me dije. Lo más original es que estuvieran los tres componentes. Así fue y por eso se llamó “Un, dos, tres”. Uno, preguntas y respuestas; dos, pruebas físicas; y tres, la subasta». ¿Los supertacañones nacieron a la vez? «Eran personajes en contra de los concursantes. Hasta ese momento, los presentadores casi siempre se mantenían ajenos a lo que estaba pasando o ayudaban a los concursantes. Poner unos protagonistas en contra gustó mucho».

Homenaje a Mingote

En «Un, dos, tres» se ha homenajeado a Mingote en varias ocasiones, al igual que en el programa «El asfalto». Allí han actuado o se han dado a conocer a La Trinca, Tricicle, Gila, Esteso, Pajares, Tip y Coll, Martes y Trece, Beatriz Carvajal, Fedra Lorente, Juan Tamariz, Emma y Antonio Ozores, Pepe Viyuela, Ángel Garó, Emilio Aragón... «Escribí una serie de monólogos para que fueran interpretados por personalidades de la categoría de María Fernanda DŽOcón o Irene Gutiérrez Caba. Eran clases magistrales. Mary Sampere dialogó sobre El Paralelo. ¡Qué placer! Como ves, todas estas experiencias sirven para que el programa vuelva, que volverá», dice orgulloso.

Como los espectadores ya no aguantaban la pantalla casi cuadrada de los pesados aparatos de televisión, la variedad de ofertas visuales que Chicho ofrecía era otro motivo para ver el programa. «Los musicales se grababan en formato panorámico con una gran amplitud por los costados. Se adaptaban las letras de los grandes musicales al tema monográfico que tocaba. Se elegía música maravillosa conocida por el público. Si lo piensas, el éxito de una melodía reside en su repetición y había que ofrecerlo. Hacer nuevas orquestaciones costaba mucho tiempo y dinero, así que se cantaba sobre las bases, una forma de ahorrar en ambas cosas. Una vez al año se grababa un programa dedicado a la prensa con concursantes periodistas. En ese caso se intentaba ganar dinero que luego enviamos a la Fundación Casa de Nazareth, creada por el primer marqués de Luca de Tena para ayudar a periodistas necesitados».

El hígado y el elefante

Le pido algún «recuerdo» —con comillas—, para que elija la dirección a tomar: «Tengo por costumbre hacer aquello que tienen que realizar después los presentadores o participantes. Una vez había que darle un bocado importante a un hígado crudo que imaginaba que era un hígado humano y una vez más cometí el error de dar ejemplo. ¡Terrible! El momento que más me dolió fue al ver la cara de dos concursantes que obtuvieron como premio un metro cuadrado de tierra en un cementerio de Bilbao. No sé cómo se solucionó aquello.

En otra ocasión, con el plató lleno de invitados y ensayando un sketch que obligaba a tener un pequeño elefantito cerca de la mesa de Mayra Gómez Kemp, el pobre se quiso ir y se quejó. Lo malo es que la madre estaba fuera del plató y escuchó a su hijo y, claro, ante ese requerimiento, se cargó la puerta de entrada al estudio y a todo correr fue en defensa de su hijo. Al ver a la elefanta cargar como si estuviera en medio de la selva, huimos hacia todas partes, yo incluido. Se subieron al decorado, a las gradas y la elefanta con la trompa en ristre, como si fuera una lanza. En quince segundos no quedaba nadie en el plató». Chicho Ibáñez Serrador admira con pasión a los cómicos y recuerda a todos con los que ha trabajado, «porque dejaban enseguida de ser contratados por el “Un, dos, tres” a ser amigos. Valentín Tornos, Don Cicuta, que en un principio iban a ser tres actores, se comía la cámara. Viendo su fuerza volqué todos los diálogos él. Su figura pasó de ser un personaje que se podría llegar a odiar a ser un hombrecillo tierno y muy creíble. Lo encarnaba, de alguna forma, como esos seres de bastante edad y llenos de manías. Casi todos nosotros hemos tenido alrededor algún ser con esas características».

Había que preguntarle si le faltó algo por hacer o si se arrepiente de haberlo hecho. «No. Bueno —rectifica—, sí hubo una etapa en la que cometí el error de hacerlo más inteligente, más culto, olvidando que “Un, dos tres” era un simple, o no tan simple, entretenimiento. Cuando me arrojé de cabeza a la Historia de la Literatura, al segundo o tercer programa me di cuenta de que a los concursantes no les puedes pedir una amplísima cultura. Sin embargo, el “Un, dos, tres” no ha muerto. Tiene las tres combinaciones de las que hablaba al principio».

Presentadores

«La mascota que más quiero es la Ruperta», prosigue, «y como presentadora, a Mayra (Gómez Kemp) por su simpatía, profesionalidad y memoria. Era como una especie de fotocopiadora que leía un texto y ya se lo sabía. Jordi Estadella y Miriam Díaz-Aroca, al ser hombre y mujer, permitía unos diálogos más chispeantes, un poco picantes, sin hacer que perdieran la simpatía ante el público». Se lamenta de que ya no se hagan musicales importantes en las televisiones, «y de humor estamos escasos, tampoco se hace». «Son dos columnas que habría que volver a reparar para que sostuvieran ese edificio tremendo que se llama “Un, dos, tres… responda otra vez».

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