El último susto del genio del terror en 'La caída de la Casa Usher'

Después de su exitosa adaptación del tratado sobre la locura que es la brillante 'La maldición de Hill House' de Shirley Jackson, de su segunda parte en Bly Manor, de misas y clubes a medianoche, Flanagan recupera en Netflix su afición a la literatura deteniéndose en un cuento de Edgar Allan Poe, al que adapta, de forma libre, en la miniserie 'La caída de la Casa Usher' que se estrena en la plataforma de 'streaming' el 12 de octubre.

Noticia Relacionada

«La maldición de Bly Manor»: Amores que matan

Lucía M. Cabanelas

Con sustos más medidos pero efectivos, la segunda temporada de «La maldición de Hill House» es más un drama romántico que puro terror, una historia gótica pensada más para conmover que para sobresaltar

Vuelve Flanagan a sus demonios, miedos que, más allá de los que esconde hábilmente en sus recurrentes mansiones encantadas, son un poco los de todos. Hay sustos en las tinieblas que alumbra Flanagan en todas sus series, pero también una fuerza que inevitablemente atrae, engancha. La del amor, la necesidad de ser querido.

El arte del que está considerado una de las grandes promesas del género de terror no es tanto asustar, que también, sino inquietar, estremecer por la intensidad emocional que atrapa en sus ficciones. En 'La caída de la Casa Usher' lo sobrenatural no es la verdadera amenaza, sino los traumas, que sufre un reparto repleto de actores de confianza del creador, que, por norma, suele repetir al menos con un par de intérpretes en todas sus series, incluida su mujer, Kate Siegel. Aquí, es Mark Hamill, después de enterrar (¿para siempre?) a su Luke Skywalker, el que se cuela en la fiesta del mal de Carla Gugino, Zach Gilford, Henry Thomas, Samantha Sloyan o Rahul Kohli.