'Tulsa King'

Stallone, un actor de primera pese a los rancios puretas, entrega una interpretación que mezcla con habilidad dureza y vulnerabilidad más un poco de sátira, lo que convierte a la serie en amable, amén de entretenida y cocinada, porque no, con un tanto de dulzura y poca sal. A sus setenta y seis años, Stallone demuestra que sigue siendo un ícono capaz de reinventarse, presentando un personaje cuyos métodos anticuados chocan y, a veces, se amalgaman con el mundo moderno. Sigue siendo un toro que muestra, como acostumbra, una musculatura bestial. El actor italoamericano llena la pantalla, la devora con su legendaria presencia y, además, se liga a una agente federal veinte años más joven que al tiempo, entre saltos de cama, ella lo persigue materializando una ley que brilla por su ausencia. El general, más adelante, acabará en la cama de una ranchera en la sesentena, la actriz Dana Delany, espectacular a su edad. La serie rinde homenaje a esa generación de cómicos que ya pasaron hace tiempo el medio siglo.

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La dirección de la serie, sustentada en la acción y un drama de guante blanco, utiliza la habilidad de Stallone para la comedia y enriquece al personaje sin restaurar la seriedad. «Tulsa King» maneja los clichés del género de la mafia; ofrece giros inteligentes y divertidos, incluyendo a las triadas chinas y a otro duro del celuloide, Frank Grillo, lo que mantiene la trama fresca y atractiva. Además, la interacción de Dwight con personajes que no pertenecen al mundo del crimen introduce una dimensión humana que amplía el alcance de la serie a las nuevas generaciones y cumple las expectativas de los nostálgicos.