The Crown
La verdad sobre el intruso que se coló ensangrentado en la habitación de la Reina Isabel II
«The Crown» recrea, en uno de los episodios más potentes de su cuarta temporada, la misteriosa conversación que Michael Fagan mantuvo con la Reina, de la que dijo estar enamorado. Charlaron sentados en su cama y, en lugar de un beso, el visitante le pidió un cigarro
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Iniciar sesiónHay amores que matan y otros... que se sientan en la cama. Que saltan las vallas, burlan la vigilancia y se cuelan hasta en palacios si hace falta. «El verano del 81 nos regaló la boda del año. El del 82 nos ofrece al intruso ... del siglo», bromeó en su crónica Ignacio Carrión, por entonces corresponsal de ABC en Londres. Se refería al periplo de Michael Fagan , un joven irlandés que la mañana del 9 de julio de 1982 evadió la seguridad de Buckingham y despertó a la Reina Isabel II, con quien mantuvo una conversación de diez minutos cuyo contenido sigue siendo un misterio.
Lo hizo por amor, pero también por necesidad. El hombre, desempleado y con cuatros hijos, quería desahogarse y pensó que nada mejor que el diván de la habitación privada de la monarca. Las deudas, el paro y la infidelidad de su esposa le dieron la puntilla al pintor y decorador, que se dio a la bebida. La solución la encontró en una voz imaginaria, que le dijo que debía ir a la residencia oficial de la familia real británica y contarle sus problemas a Isabel II, de la que más tarde reconoció estar enamorado .
Un amor que era casi ya su costumbre, como llama Unamuno a su mujer. Tres semanas antes, Michael Fagan ya había burlado la seguridad del Palacio de Buckingham. Acababa de recibir el alta del hospital psiquiátrico de Brixton, donde le internaron después de intentar cortarse las venas con una botella rota . Como recrea el quinto episodio de la cuarta temporada de la serie «The Crown» , el irlandés se coló a través de una claraboya y paseó por los pasillos durante media hora, tiempo que aprovechó para admirar los retratos, descansar sentado en el trono y beberse media botella de vino blanco. El alcohol, si es real, sube el doble. Para sacar rédito a su visita, en la que la monarca estaba ausente, también comió queso cheddar y galletas, un detalle del que prefiere prescindir la ficción creada por Peter Morgan, del mismo modo que no reproduce su encuentro con una camarera, que avisó a un guardia del palacio, pero Fagan ya había desaparecido.
El 9 de julio, a las siete de la mañana, «el osado visitante de palacio intentó la más atrevida de sus aventuras: penetrar, mientras todos dormían –incluida la reina– en el aposento de esta, y esperar a que la señora despertara para pedirle un cigarrillo desde el pie de la cama», escribió Carrión en ABC, apenas unos días después del incidente. Fagan se coló en esta ocasión por una ventana abierta, aunque «The Crown» opta por darle más dramatismo a la escena, en la que se ve al personaje romper el cristal y cortarse. En realidad, Fagan se cortó con un cenicero, que sostuvo hasta en su posterior conversación con la Soberana.
A la puerta de los aposentos reales, Fagan se permitió el lujo de saludar a una camarera, que no percibió nada extraño en la escena ni en el nuevo inquilino . Despertó a Isabel II descorriendo las cortinas y no le hizo falta ni burlar la vigilancia del guardia armado, que esa mañana había salido a pasear a los perros de la Reina. «Hay un policía armado ahí fuera», le dice Olivia Colman al intruso. «No es verdad», le responde el Fagan de la ficción. Y, efectivamente, no lo era. «¿Pero quién es usted? Fuera de aquí» , le espeta la actriz en la serie de Netflix , en lugar de decirle la única frase que ha trascendido de la misteriosa conversación que ambos mantuvieron: «Señor, creo que se ha equivocado de habitación».
Un cigarrillo en lugar de un beso
Del mismo modo que «The Crown» , el irlandés le pidió un cigarrillo a la Reina, momento que esta aprovechó para presionar la alarma, sin ningún éxito. No fue hasta que la camarera de la monarca entró en la habitación que dio el aviso, tras el cual los miembros de seguridad de palacio, burlados en dos ocasiones, sometieron a Fagan a la fuerza.
El joven irlandés se paseó descalzo y sin calcetines por palacio , e incluso merodeó por la sala de sellos de Jorge V, en la que había objetos valorados en 20 millones de dólares. No robó nada en sus dos incursiones, tan solo la mitad de aquella botella de vino. No era un ladrón, solamente un hombre desesperado. «Él piensa mucho en la Reina, puedo imaginarlo simplemente queriendo hablar, saludar y discutir sus problemas», le defendió su madre, después de un incidente que obligó a Margaret Thatcher a disculparse personalmente ante Isabel II.
La aventura de Michael Fagan terminó donde había empezado todo, en un hospital psiquiátrico. en el de Brixton escuchó las voces que le dirigieron hasta Buckingham y en el Park Lane de Liverpool reflexionó, durante otros seis meses, sobre la increíble experiencia de hablar, aunque fueran solo diez minutos, con su amor platónico, la Reina.
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