Las claves por las que «The Crown» sigue siendo la reina de las series
Netflix estrena este domingo la cuarta temporada de la ficción de Peter Morgan, que encara su recta final presentando a una jovencísima Lady Di (Emma Corrin) y a Margaret Thatcher (Gillian Anderson)
Emma Corrin es Lady Di en la cuarta temporada de «The Crown»
No hay una tragedia como la de Aberfan, el pueblo galés donde 116 niños murieron sepultados en toneladas de carbón , pero basta una cabeza gacha para que la cuarta temporada de «The Crown» se convierta en la más lúgubre de todas. En parte por ... la mirada triste de Emma Corrin , la novata que encarna a las mil maravillas a Lady Di , pero también por la tortura que la «princesa del pueblo» vivió para adaptarse a la realeza británica, una yincana imposible de superar en el corazón del Príncipe de Gales, eternamente enamorado de la divorciada, y menos apta para una dinastía con semejante currículum, Camilla Parker-Bowles .
No pone reparos la cuarta entrega de «The Crown» en mostrar con crudeza la tortura a la que sometieron a Diana Spencer (ese «encierro» en la habitación durante su embarazo), su difícil adaptación, de niña a mujer, de anónima a princesa. Su fragilidad perpetua persigue a esa casi adolescente que se coló en palacio y se resquebraja al mismo tiempo que el deterioro de su matrimonio con Carlos se hace cada vez más evidente. La crónica de una muerte anunciada va quemando etapas hasta el incendio final. Aguanta el tipo la actriz, que no solo da el pego sino también una réplica de altura a la verdadera reina de la mejor serie de Netflix , Olivia Colman, que en esta nueva temporada asume el reto de seguir luciendo tan bien la Corona pese a la competencia de alguna veterana.
La de Helena Bonham Carter , por ejemplo, con un peso mucho más residual que en la anterior temporada y, sobre todo, que el rol protagónico que tuvo la Princesa Margarita de Vanessa Kirby. Pese a sus breves apariciones, siempre la intérprete ofrece notables retazos de esa amargura de ser la segundona, vomitando tanta calidad como mordaces comentarios en cada consejo que le ofrece a Isabel II, puro dolor y rencor revestido de sugerencias .
Con la intención de robarle también protagonismo a Colman y de hacerla sudar en sus reuniones, Gillian Anderson , que cambia la nueva juventud de «Sex education» por las muecas de la dama de hierro. Su tensión con la Reina es más que evidente, como también lo son sus restrictivas medidas, acicate de la convulsa situación que motiva el gran suceso real que marca la última temporada de «The Crown» .
Peter Morgan , experto colarse de forma clandestina en la historia británica para rellenar las lagunas sucedidas de puertas para adentro en un espacio vedado, teje hilos invisibles que conectan ficción y realidad como nadie. Así lo hace en el capítulo «Fagan», donde recrea lo que pudieron haberse dicho Isabel II y Michael Fagan , el espontáneo que se coló hasta en dos ocasiones en el palacio real y se sentó en la cama de la Reina británica para compartir sus inquietudes sobre el gobierno de Margaret Thatcher , a la que consideraba enemiga de Reino Unido por invertir en guerras como la de las Malvinas/Falklands en lugar de hacerlo en políticas sociales que redujeran, entre otras cosas, el alto paro del país.
El resto de «The Crown» brilla como siempre. Los diálogos, siempre lúcidos e inteligentísimos; los sucesos elegidos, certeros; el diseño, inmejorable, propio de una inversión de su caché, y, por supuesto, las interpretaciones, la verdadera joya de la Corona.