El Ministerio del Tiempo
La maldición de Trasmoz y sus brujas herejes: los fantasmas que persiguieron a Bécquer
El romanticismo de Gustavo Adolfo Bécquer envuelve a la patrulla en 1864 durante «Tiempo de hechizos», el tercer capítulo de «El Ministerio del Tiempo»

A poco más de 80 kilómetros de Zaragoza se encuentra Trasmoz, un pequeño pueblo que ha estado envuelto en un halo de misterio y secretismo a lo largo de los siglos . No hay nada en sus calles que haga sospechar la herejía que arrastra. Desde la Edad Media, las leyendas sobre brujas y aquelarres tiñen su historia.
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Trasmoz era como una isla laica rodeada de los distintos pueblos que pertenecían al Monasterio de Veruela. «Desde el monasterio se decía que había brujas, que eran herejes y que por eso tenían que tomar medidas», cuenta Anaïs Schaaff, guionista de « El Ministerio del Tiempo ». Corría el siglo XIII cuando la localidad fue excomulgada, incluso llegó a ser maldecida apenas dos siglos después por parte del abad del monasterio. A falta de una, dos oraciones para condenar al pueblo, despojándolo de la virtud católica y alentando la leyenda. « Era una lucha constante entre el señor del castillo y el monasterio », asegura.
Bécquer, seducido por las brujas
Los hermanos Bécquer se desplazaron hasta el Monasterio de Veruela, a los pies del Moncayo, para hacer un retiro ya que se suponía que el aire del lugar era beneficioso para la tuberculosis, enfermedad que padecía el poeta. «El lugar ya no era católico. Lo habían desahuciado durante la Desamortización y lo habían transformado en una hospedería», relata la guionista de «El Ministerio del tiempo» .
Gustavo Adolfo Bécquer (interpretado en «El Ministerio del Tiempo» por Tamar Novas) pronto quedó seducido por ellas. La más conocida de todas era la Tía Casca «con sus greñas blancuznas, su formas extravagantes y su cuerpo encorvado y sus brazos disformes, que se destacaban angulosos y oscuros sobre el fondo de fuego del horizonte», según relataba el propio Gustavo Adolfo Bécquer. Esta bruja se dedicaba a echar males de ojo y hechizos a los vecinos del pueblo, hasta que un linchamiento popular acabó con ella. Bécquer pone en boca de los lugareños con los que conversó que el espíritu en pena de la bruja se entretenía:
«En acosar y perseguir a los infelices pastores que se arriesgan por esa parte de monte, ya haciendo ruido entre las matas, como si fuese un lobo, ya dando lastimeros como de criatura o acurrucándose en las quiebras de las rocas que están en el fondo del precipicio, desde donde llama con su mano amarilla y seca a los que van por el borde, les clava la mirada de sus ojos de búho y cuando el vértigo comienza a desvanecer su cabeza da un gran salto, se les agarra a los pies y pugna hasta despeñarlos en la sima» .

Sí, la Tía Casca murió, pero su alma siguió vagando por el pueblo. La tradición brujeril, tal y como advirtió una muchacha al poeta, la mantuvo viva la familia:
«¡Toma, toma! Mataron a una; pero como que son una familia entera y verdadera, que desde hace un siglo o dos vienen heredando el unto de unas en otras, se acabó con una tía Casca, pero que su hermana, y cuando se acaben con ésta, que acabarán también, le sucederá su hija, que aún es moza, y ya dicen que tiene sus puntos de hechicera».
«Por un lado estaba la estancia del poeta en el monasterio, convaleciente de su enfermedad, y por otro, la leyenda de las brujas de Trasmoz. Lo mezclamos todo haciendo una historia de aventuras, uniendo estos dos elementos con el Romanticismo como telón de fondo», asegura Ángel Aranda a ABC , otro de los guionistas que han participado en el tercer capítulo de « El Ministerio del Tiempo ». Las historias truculentas, las leyendas espeluznantes, alimentaban un movimiento al que se sumaron artistas como el poeta andaluz, que se llegó a obsesionar con el pueblo y su atmósfera, arrastrados por la inquietud de recuperar tradiciones perdidas.
Esta y otras muchas historias sobre las brujas que supuestamente habitaron la localidad embaucaron a Bécquer durante su estancia a los pies del Moncayo, hecho que le llevó a escribir sus nueve «Cartas desde mi celda» que manda a Madrid para que las publique el periódico « El Contemporáneo ». Sin embargo, en el tercer capítulo de « El Ministerio del Tiempo », un agente de la zona intercepta una «décima carta» que originalmente Bécquer jamás escribió. «La patrulla tendrá que ir allí para intentar que Bécquer no se obsesione demasiado. Él estuvo un año allí antes de que le dieran un trabajo de censor», comenta. «Además, se verán envueltos en esa atmósfera oscura que creó Bécquer al unir las leyendas de brujería y el romanticismo del poeta. Sus figuras literarias cobrarán vida», añade. Lo curioso es que en ese «décimo» texto, Bécquer describe a una joven llamada Mencía (Miryam Gallego), dibujada por su hermano Valeriano. Curiosamente, la misma mujer aparece en grabados y dibujos de distintas épocas, en algunos de ellos representando ser una bruja. «Es una oportunidad para añadir personajes femeninos históricos, pero no hay tantos como masculinos, es algo que se nota en la serie», asegura. ¿Será una viajera en el tiempo?
Los sábados, después de que la campana de la iglesia dejaba oír el toque de las ánimas, unas sonando panderos, y otras, añafiles y castañuelas, y todas a caballo sobre escobas, los habitantes de Trasmoz veían pasar una banda de viejas, espesas como las grullas, que iban a celebrar sus endiablados ritos a la sombra de los muros de la ruinosa atalaya que corona la cumbre del monte.
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