'Heridas', el último intento de la televisión española de prolongar el fenómeno turco

La estrategia pasa por importar fenómenos que funcionan en todo el mundo y ‘españolizarlos’ . «Por cómo es la cultura japonesa, la propuesta que hacen debe de ser acorde con su forma de relacionarse, mucho más comedida, más introspectiva. La serie turca es más pasional, más intensa. Y la española, una especie de híbrido entre una manera de sentir que es mediterránea, pero una manera de expresarlo quizá más como la nipona», reflexiona Adriana Ugarte, una de las protagonistas de la serie de Buendía Estudios.

Las telenovelas hacen de la sencillez una virtud. Cuanto más simple el culebrón, más fácil el enredo . ‘Heridas’, sin embargo, es más compleja; juega con la ambigüedad, con la profundidad de sus personajes y los temas que aborda, desde el abandono infantil a la búsqueda de la identidad y, sobre todo, la maternidad y «sus diferentes formas».

Los cimientos no cambian, ni los conflictos. Las claves, al final, son las mismas que en sus otras versiones porque «habla de lo más universal del mundo: el amor y la necesidad que tenemos los seres humanos de crear vínculos los unos con los otros», dice la actriz.

A través de trece episodios que rondan la hora de duración, ‘Heridas’ no busca eternizar el fenómeno internacional sino darle un toque propio. La adaptación española mantiene la esencia de sus homónimas: dos mujeres, una madre real y otra que llega a creerse que lo es, y una niña, interpretada por Cosette Silguero, la víctima de todo, del cariño mal entendido. «Me atrajo trabajar tanto con una niña. Había algo de pureza, de volver a aprender todo y poner en crisis lo que sabía», admite Ugarte, que interpreta en la serie a Manuela, una mujer «llena de sombras que es capaz de reaccionar de forma impulsiva ante una injusticia».

En este sentido, ‘Heridas’ no pretende blanquear lo que es un secuestro en toda regla, tampoco crear «una especie de maniqueísmo entre los buenos y los malos, sino hablar de una pluralidad de maternidades donde cada una lo hace como puede», explica. «Manuela es un personaje ambiguo y no siempre se mueve por principios limpios. Me apetecía crear algo obsesivo y sucio», admite Ugarte, que la construyó si fuera «un ave carroñera» que encuentra en el personaje de María León «una amenaza, a una enemiga».

Buscó en el cine para encontrar referentes. De ‘La vida es bella’ incorporó la idea de «transformar la realidad para minimizar el sufrimiento»; de ‘Lolita’ –no la de Kubrick sino la de Adrian Lyne–, «la de la obsesión, de no poder vivir sin la niña, que se convierte en la base de operaciones, en el cerebro pensante». Todo para darle una entidad diferente a la serie, que se asienta sobre la idea de que «no solo hay una manera de ser buena madre». « Hay tantas madres como mujeres. Todas tenemos nuestras limitaciones, nuestras taras, y esta serie las pone de manifiesto», asegura.