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Las claves del éxito de «The Mandalorian», el clásico moderno que resucita a Star Wars

Disney+ estrena hoy el último capítulo de la segunda temporada de la serie, renovada ya para una tercera entrega

Mando (Pedro Pascal) y Boba Fett en «The Mandalorian» Disney+
Lucía M. Cabanelas

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«The Mandalorian» es puro Star Wars y, a su vez, se desmarca de todo lo que ha hecho la saga más allá de las películas originales. Las nuevas trilogías escondieron sus carencias en artificios galácticos, aventuras cada vez más inverosímiles y en los apellidos de unos personajes irrepetibles, por eso defraudaron. La serie del cazarrecompensas, que hoy emite el último episodio de su segunda temporada en Disney+, recogió el guante y cambió de dirección, enterrando para siempre el apellido Skywalker. Sus dieciséis episodios están llenos de guiños al imaginario de George Lucas, pero a diferencia de J.J. Abrams, que dirigió la última película, Jon Fravreau no copia, se inspira en la esencia y resucita el espíritu que, a pesar de su corta edad, convierte a «The Mandalorian» en un clásico. Uno imbuido por la influencia que las obras de John Ford, Howard Hawkes o Akira Kurosawa ejercieron en el padre de este universo tan rentable.

«A los que vimos en su estreno las tres primeras entregas, nos gusta la atmósfera wéstern y ver a los personajes secundarios , como los cazarrecompensas, apenas esbozados en la segunda trilogía, y ese émulo del Boba Fett que tanta intriga nos causó de niños. Está por encima de las flojísimas precuelas que subsiguieron a las originales, pero Han Solo, Darth Vader o Leia Organa son perfectos e insuperables como criaturas galácticas», asegura David Felipe Arranz, escritor y profesor de Comunicación en la Universidad Carlos III.

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The Mandalorian

The Mandalorian

Quizás el creador de «The Mandalorian» también lo sabía, de ahí que sepultase a su protagonista en un casco perenne y una armadura de beskar, eclipsado por las carantoñas de su compañero Baby Yoda, la inevitable concesión al merchandising. La historia de «The Mandalorian», que ya ha sido renovada para una tercera temporada y dará para dos spin-offs ambientados en la era mandaloriana («Rangers of the New Republic» y «Ashoka»), es sencilla, sin grandes pretensiones y sus efectos visuales – la española El Ranchito ha trabajado en algunos capítulos – más naturales, regresan a ese paisaje postindustrial, transmitiendo una especie de decadencia sin artificios que traslada a otros planetas sin necesidad de croma.

Siguiendo la estela rompedora de la trilogía clásica, la serie de Disney+ emplea una tecnología que va a revolucionar la forma de rodar: el Stagecraft , que, simplificando, es una pantalla semicircular que ofrece gran realismo, mejora la calidad y el acabado final y además lo abarata. A diferencia del croma, la luz del fondo, de esta manera, interactúa con los personajes (por ejemplo, en los viajes al hiperespacio). A cambio, esta nueva técnica obliga a grabar de una determinada manera e incluso modula el tono de la serie. La lentitud con la que se mueven los personajes no es casual y, sin embargo, encaja como un guante con el estilo de la ficción.

«Una gran parte del éxito de “The Mandalorian” es que quiere explicar, glosar a esos seres fascinantes que nos mostró Lucas apenas unos minutos o incluso segundos, como el mecánico Ugnaught, los moradores de las arenas o el robot cazarrecompensas IG-88», señala Arranz, para quien la sencillez (la ausencia de los diálogos brillantísimos de la mítica trilogía) y la brevedad responde a la tónica de nuestros tiempos.

Sin las restricciones de metraje de los filmes y ayudado por la duración, imprevisible, de sus episodios, «The Mandalorian» se limita a ser una aventura y pone en valor el capítulo redondo, no la temporada, algo que plataformas como Netflix habían dinamitado con sus maratones. La serie de Favreau funciona de las dos maneras, y su gran virtud, quizás, es que hace fácil lo difícil y está tan bien hecha que, de vez en cuando, se permite el lujo de los virtuosos: como esa escena en la que se puede ver reflejado todo el escenario en la armadura de Mando .

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