'El Régimen' de Kate Winslet no tiene claro a qué juega

Si el lector no atisba una pizca de comedia en el planteamiento es porque 'El Régimen' no es una comedia por mucho que HBO diga lo contrario. Como mucho podríamos hablar de una ácida sátira política basada en los regímenes comunistas fallidos de mediados y finales del siglo XX en Europa. La esquizofrenia tonal de 'El Régimen' oscila sin cesar entre la ucronía, el drama, la intriga y en ocasiones el surrealismo y el absurdo. Como una orquesta en la que cada músico ha recibido una partitura distinta y nada encaja.

Mientras la banda sonora nos ofrece ligeras y simpáticas piezas de cámara más propias de 'Se ha escrito un crimen' que de un drama de HBO, el montaje abusa en exceso del plano holandés para crear inestabilidad e inquietud. Donde algunos secundarios son claramente parodias humorísticas de la peor caterva política, otros son serios, intensos y oscuros. La disonancia entre fondo y forma es constante y 'El Régimen' no tiene claro a qué quiere jugar en ningún momento. Por tanto el espectador no puede por más que reaccionar con incómodas risas nerviosas ante semejante confusión de géneros.

La ambición de la idea y la dirección del gran Stephen Frears hace que la deriva no sea total, al menos en los tres primeros capítulos. De hecho, las interpretaciones de Winslet y Schoenaerts están entre las mejores de lo que hemos visto en lo que va de 2024. Si a ello le sumamos un nivel de producción que consigue crear escenarios creíbles y una estética cuidada, podemos decir que hay elementos salvables. Sin embargo, existen dudas justificadas sobre si la audiencia tendrá la paciencia necesaria para obviar los tremendos fallos de tono en favor de unos pocos aciertos.

A la espera de recibir cada lunes una nueva entrega de 'El Régimen' sólo podemos mantener la ceja levantada para expresar nuestra profunda confusión y desear que esta sátira consiga afinar todos sus instrumentos antes de que el público saque sus pañuelos y abandone el patio de butacas.