'Nueve perfectos desconocidos' a los que seguirás sin conocer al terminarla
«Nicole Kidman parece empeñada en construir el personaje más inverosímil de su carrera: una mezcla de diosa 'new age', y novia despechada que oscila entre la iluminación y la telenovela turca»
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónHay series que no deberían tener segunda temporada. Punto. Algunas terminan con tanta redondez que continuar sería como añadirle un tercer acto a 'Casablanca'. Otras, como 'Nueve perfectos extraños', podrían haber sido una digna pieza única, una rareza televisiva de Nicole Kidman con ... túnica blanca y acento indefinible, envuelta en misterio y microdosis de psicotrópicos.
Pero claro, la maquinaria del 'streaming' siempre pide más. Así que aquí estamos, frente a una segunda temporada que confirma la regla de oro: cuando algo funciona, estíralo hasta que parezca una película mala de domingo por la tarde en Antena 3.
La primera temporada, con sus altibajos, al menos jugaba a un concepto interesante: nueve desconocidos encerrados en un retiro de lujo, obligados a desnudarse emocionalmente mientras su gurú chamánica les administraba lo que podríamos llamar «medicina alternativa». Había tensión, misterio, un reparto coral aprovechado, y cierta gracia en ver cómo todos colisionaban entre sí.
Ahora, en cambio, los nueve extraños han pasado a ser un accesorio de atrezo. Los pobres parecen figurantes en su propia serie, como si estuvieran esperando turno para decir dos frases antes de que Nicole Kidman reaparezca levitando entre vapores de «incienso».
Porque la auténtica trama aquí no es ya la convivencia de los personajes ni la disección de sus miserias. No. La segunda temporada ha decidido centrarse en el delirio lisérgico de Kidman y en un romance-venganza de opereta con Mark Strong, que aparece como antagonista, amante, víctima o todo a la vez, según el humor que tuvieran los guionistas esa semana. Es como si alguien hubiera dicho en la sala de guion: «no hay narices a ignorar la premisa de la serie» y los demás hubieran dicho: «total, nadie se va a dar cuenta».
Pues sí, nos hemos dado cuenta. Y lo que vemos es un carrusel de miradas intensas, frases grandilocuentes y un tono de misticismo barato que recuerda poco a thriller psicológico y más a una reposición de sobremesa en Divinity. Nicole Kidman, a la que le sobra talento y Oscars, aquí parece empeñada en construir el personaje más inverosímil de su carrera: una mezcla de diosa 'new age', sacerdotisa chamánica y novia despechada que oscila entre la iluminación espiritual y la telenovela turca.
Lo más sangrante, sin embargo, es el desperdicio de dos actores sólidos como Christine Baranskiy el propio Mark Strong. La primera, que en cualquier otro proyecto sería capaz de comerse la pantalla con solo levantar una ceja (como hizo en 'The Good Wife' y 'The Good Fight'), aquí aparece atrapada en escenas anodinas, relegada a pronunciar frases que podrían estar sacadas de un calendario motivacional de algún 'influencer' del 'coaching'. Strong, por su parte, pasa de ser un villano con potencial a un galán vengativo de manual, reducido a hacer de contrapeso romántico a Kidman en una trama que ni convence ni emociona. Dos talentos de primera convertidos en meros peones de un juego que ya no tiene reglas claras.
El resultado global es un despropósito que ni siquiera se toma en serio a sí mismo. Las escenas supuestamente alucinógenas parecen recicladas de un videoclip de los noventa, con filtros de colores y movimientos de cámara mareantes. La tensión dramática se disuelve en monólogos místicos que no conducen a nada, y lo que antes era una exploración coral de traumas y secretos se convierte en un espectáculo egocéntrico al servicio de una sola actriz.
Claro que siempre habrá espectadores fieles que se dejen arrastrar por la estética y por el magnetismo de Kidman, que sigue teniendo una presencia hipnótica incluso cuando el guion juega en su contra. Pero esa presencia no basta para sostener ocho episodios en los que todo lo que funcionaba en la primera temporada se ha desmoronado.
La promesa de un 'thriller' psicológico coral se ha transformado en un show de autoindulgencia espiritual que se cree más profundo de lo que realmente es.
En resumen: 'Nueve perfectos extraños' ha dejado de ser un experimento intrigante para convertirse en un mal viaje televisivo. Una serie que prometía explorar las grietas humanas y que ahora se dedica a explorar el ego de sus protagonistas. Y lo peor es que no descartaría que algún productor decida encargar una tercera temporada. Porque ya sabemos cómo funciona esto: siempre hay alguien dispuesto a darle cuerda a un juguete roto.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete