Sanna Fabery: «Rutger Hauer tuvo algo que pocos actores tienen, una escena que te hace inmortal»
Filmin estrena este viernes el documental 'Rutger Hauer: Como lágrimas en la lluvia'
'Blade Runner', de Ridley Scott (la crítica de ABC en 1983)
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Nacho Serrano
La primera vez que Sanna Fabery de Jonge se percató de que su padrino Rutger era una estrella de cine fue dando un paseo en su barquito por la costa holandesa, cuando otra embarcación se acercó a estribor y de pronto empezó a escuchar ... gritos: «¡Eh! ¡El del barco! Eres el de 'Blade Runner' ¿a que sí? ¡Qué fuerte! ¡Molas mucho tío!». Hasta ese momento, Rutger Hauer había sido solo eso, su padrino, un amigo de la familia y sí, un hombre tremendamente atractivo, enigmático e interesantísimo.
Sanna y sus padres han estado toda su vida ligados al famoso actor desde que se conocieron en un viaje en caravana, y cuando ella descubrió por casualidad una caja llena de fotografías y vídeos caseros tomados por Hauer a lo largo de décadas, decidió que había suficiente para montar un documental que hiciese justicia a su legado dentro y fuera de la gran pantalla.
'Rutger Hauer: Como lágrimas en la lluvia', que se estrena el próximo viernes 14 de noviembre en Filmin, muestra cómo un apolíneo e introspectivo joven neerlandés entró casi de causalidad en una industria que se rindió ante su naturalidad y su completo desinterés por la fama, y que además de actuar en más de ciento cuarenta películas, algunas memorables y otras no tanto, llegó a firmar una de las interpretaciones más recordadas de la historia del cine desde la frialdad replicante de 'Blade Runner'. Una clásico de la ciencia ficción que, por increíble que parezca, Sanna no había visto hasta hace apenas diez años.
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«La película es importante para el documental, por supuesto, pero quería mostrar todo lo que hay más allá, que es muchísimo, especialmente si nos centramos en Rutger como persona, no solo como actor», cuenta esta directora debutante. «En ese sentido, lo que más me ha sorprendido, el descubrimiento más inesperado, ha sido comprobar lo mucho que hacía por los demás».
El documental se convierte así en el retrato de un hombre introspectivo pero muy generoso y afable, amante de los lujos que le dio la fama, pero también de la naturaleza y de la austeridad y la sencillez inherentes a la vida en contacto íntimo con ella. «Le encantaba irse a navegar, a hacer montañismo... vivía más aventuras fuera de la pantalla que dentro», ríe Sanna, que vuelve a insistir en el altruismo de Hauer como «la gran sorpresa» de su investigación asegurando que no ha querido sobreexponer esa faceta en el documental «porque la gente iba a pensar: «este hombre no puede ser real»».
Rutgerus Oelsen Hauer nació el 23 de enero de 1944 en la ciudad de Breukelen (en la provincia de Utrecht, Holanda), en una familia donde ser actor era una ley no escrita de la que intentó zafarse durante años. A pesar de que su padre, su madre y sus tres hermanas actuaban, él ingresó en la marina mercante a los quince años y después trabajó en la construcción antes de hacerse hacerse militar, su última profesión a sueldo (también fue poeta callejero en Amsterdam) antes de volver al redil y debutar en la serie de televisión holandesa 'Floris' en 1969.
Tras su participación fallida en una película de ese mismo año en la que se eliminaron sus escenas ('Monsieur Hawarden'), saltó a la fama con su papel protagonista en 'Delicias turcas' de Paul Verhoeven (1973), y partir de ahí ya no le faltó trabajo. En 1981 debutó en Hollywood con 'Nighthawks' (1985), y tras el fenómeno de culto desatado el año siguiente con 'Blade Runner', su filmografía acumuló éxitos como 'Flesh and Blood' (1985), 'The Hitcher' (1986), 'Escape de Sobibor' (1987, con ella ganó el Globo de Oro), 'Confesiones de una mente peligrosa' (2002), 'Sin City' (2005), 'Batman Begins' (2005) y 'Valerian y la ciudad de los mil planetas' (2017).
«Nada de eso cambió su personalidad», asegura Sanna. «Y de ahí viene su encanto, su magnetismo, su carisma. Todos querían ser un poco como él porque era un hombre muy seguro de sí mismo, tanto, que a veces generaba inseguridad en sus interlocutores. Jamás le gustaron los aduladores y si tenía que desaparecer de la escena pública un tiempo, lo hacía sin el menor problema».
Hauer jamás alardeaba de sus éxitos, pero «sí estaba especialmente orgulloso de 'La leyenda del santo bebedor' (dirigida por Ermanno Olmi en 1988, y por la que ganaría el premio al mejor actor en el Festival Internacional de Seattle) y por supuesto de 'Blade Runner'», confirma su ahijada. «¿Cuánta gente ha participado en una película que está considerada como una de las mejores de su género, en la que tienes una escena que se ha hecho inmortal, y que veinte, treinta años después sigue generando tanta admiración y felicidad?».
Aquel discurso bajo la lluvia con el que el replicante anhelaba precisamente eso, la vida eterna, es además un ítem cultural en sí mismo que ha sido sampleado en canciones, estampado en camisetas y tatuado en brazos, reafirmando así aún más su inmortalidad. A Sanna, aún le cuesta creer que Rutger muriese en 2019: «Era un ser humano tan grande en todos los sentidos, y tan libre como para hacer siempre lo que quería, que crees que va a vivir para siempre».
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