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cine

Loca academia de recontraespionaje, o jolines con la Jolie

Angelina Jolie salta de un camión a otro, parte espinazos como si fueran mondadientes y se come cada plano a bocados

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javier cortijo

Igual que en las pioneras proyecciones de «El cantor de jazz» surgía invariablemente algún garrulillo entre el público que mandaba callar al patio de butacas cada vez que Al Jolson empezaba con sus gorgoritos abetunados, en una generosa porción del cine actual se da el ... alarmante e igual de impepinable fenómeno conocido como «efecto uf». Tomemos como ejemplo el curioso discurrir de esta película. Primeros compases: una pobre chica es masacrada en una prisión de Corea del Norte hasta que acude al rescate su salvador, que no es Obama, ni Indiana Jones, ni Superman sino un pitagorín especialista en arañas y bichos con muchas patas. Uf. Seguimos: a la misma moza, que resulta ser superagente de la CIA, nada más soltar el bistec de su ojo a la funerala, la meten en un embolado tremebundo donde la acusan de pertenecer a una ralea de rusos disfrazados de americanos (como «Men in black» pero tocando la balalaika) que planean hundir el país y que hasta fueron responsables del asesinato de Kennedy. Doble «uf». Un poco más: la conspiración, que culminará en un tal «Día X» (qué pereza de Guerra Fría) también incluye botón atómico apretado por un presidente de los Estados Unidos casi tan idiotizado como los arquetipos que el cine mostraba en la «era Bush». Triple «uf». Y para rematar, semejante collar de perlas ha sido recibido con aplausos y hasta tres pulgares arriba por el santón paquidérmico de la crítica: Roger Ebert. La madre de todos los «ufs».

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