El regreso de Diane

«Diane es luz pura, luz afilada que atraviesa la mediocridad, es elegancia, es verdad sin adjetivos»

Muere Diane Keaton, actriz icónica y musa de Woody Allen

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Diane canta 'It had to be you' en un club nocturno. Diane lleva corbatas de abuelo. Diane tiene un chaleco rescatado de una catástrofe natural y pantalones de payaso criado en Oxford. Diane se calza un sombrero en el que caben ella, Woody Allen ... y todos los hijos de Mia Farrow juntos. Diane se defiende de una langosta. Diane es luz pura, luz afilada que atraviesa la mediocridad, es elegancia, es verdad sin adjetivos. Tiene esa sonrisa que sólo ella tiene con la que te acoge, juzga e ilumina al tiempo, con la que te recuerda, borrándola sólo un poco, que eres tontísimo, con la que te admira y te reconviene y se divierte y aprende.

Diane es espontaneidad y, por tanto, intento, y es risa, y es pasmo. Diane es esa amiga que uno no quiere perder nunca, pero que al final pierde. Diane es, claro, Annie Hall, que a su vez es Diane Keaton, guapa como un verano y alta como una azotea del Upper East Side (es decir: alta, pero no tan alta, sin depósito de agua oxidado, más bien con plantas), una californiana neoyorquina que no sabe patinar pero sabe parar taxis, que frenan de tres en tres por si se pierden algo, como ahora todos.

Diane hizo otras cosas, claro, fue la Kay de Corleone en 'El padrino' (el reverso moral que con tanta naturalidad encarnaba), la Louise de Beatty en 'Reds', la Bessie de 'La habitación de Marvin', el sol vengativo de 'El club de las primeras esposas'.

Y qué.

Fue ante todo la Linda de 'Sueños de seductor', la Luna de 'El dormilón', la Sonja de 'La última noche de Boris Grushenko', la Mary de 'Manhattan' (díganme si no son nombres de autor enamorado), Annie siempre…; la oportunidad, entonces, de Woody Allen, de quien fue ángel custodio y amor sin precio, su machón suave en el muro. Su razón.

Si algo explica a Diane Keaton es el retorno impensado a la Nueva York otoñal de Allen tras diez años de Mia Farrow (no fueron más, tampoco menos), cuando se materializó, recién salida del Odeon de TriBeCa, postre incluido (tarta de queso), en 'Misterioso Asesinato en Manhattan', reunión de amigos, junto a Alan Alda y Woody mismo, para recordarnos a todos su lugar y, de paso, el nuestro; y cómo la ingenuidad, la valentía, el encanto, la luz dorada, la risa, viven en ella y sólo en ella. Cómo respiramos todos, con un alivio luminoso que era también reconocimiento, y que se escapaba de la sala, sin apenas peso, para decirles a los de fuera que esto sí, claro que sí. Que esto echábamos de menos. Que esto era.

Vuelva cuando le dé la gana Annie, jueza cálida y burlona, karateca del marisco vivo, destello. Sus recuerdos no valen para otras. Regrese Diane Keaton cuando quiera.

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