'The End', cuando el fin del mundo te pilla bailando dentro de un búnker
Tilda Swinton, Michael Shannon y George MacKay protagonizan el arriesgado musical de Joshua Oppenheimer
Crítica de 'The End' y el resto de estrenos de cine de la semana

Y el fin del mundo los pilló bailando. Y Joshua Oppenheimer (Austin, Texas, 1974) los filmó en 'The End', su nueva película, un musical postapocalíptico protagonizado por Tilda Swinton, Michael Shannon y George MacKay. La cinta recoge a una particular familia en un ... búnker de lujo dos décadas después del fin del mundo a la que la llegada de una desconocida, interpretada por Moses Ingram, les provoca otro cataclismo, solo que este es emocional y en el interior del búnker.
Tras su paso por el Festival de San Sebastián, 'The End' llega este viernes a los cines españoles. Oppenheimer, director de la aclamada 'The Act of Killing', lanza una reflexión sobre qué significa ser humano. Y busca la respuesta a través de la música. «El hecho de que sea un musical es lo que hace que este filme sea sobre cómo nos contamos historias para tapar el mundo de nosotros mismos», contó el director a ABC. Para Oppenheimer, las canciones no son adornos: son revelaciones. «'The End' trata sobre la habilidad humana de mentirnos y las terribles consecuencias de eso. De cómo nos inventamos excusas para aliviar nuestros arrepentimientos y cómo después conseguimos creernos esas excusas».
Porque en 'The End', en realidad, el fin del mundo no sorprendió a la familia protagonista bailando; les sorprendió en mitad de una gran ficción. «Las canciones son la verdad que los personajes no pueden decir en voz alta», añade el cineasta, para quien la película no deja de ser una metáfora política de nuestros días. «Ahora vivimos con tres problemas urgentes», dice el director: el climático –«Nos dirigimos a la extinción masiva»–; la oligarquía –«Nuestra voz democrática se ha reducido»– y la xenofobia –«La mentira de que podemos salvar a nuestras familias sin la familia humana es una metáfora de la epidemia de xenofobia que está destruyendo Europa y que es un cáncer en Estados Unidos»–.
Oppenheimer envuelve la seriedad del mensaje de 'The End' en un entorno que desarma. «Los problemas globales se miniaturizan al tamaño de una familia, y los problemas psicológicos de las familias se expanden para ser globales», dice un hombre que masca cada frase para que no se pierda el mensaje, algo que también hace en la pantalla en ese búnker familiar lleno de secretos y traiciones. «Podría ser tu familia, no lo sé, pero seguro que podría ser la mía».
Creció, confiesa, en un hogar donde «todos tenían miedo de ser honestos». Esa vulnerabilidad la traslada a 'The End': «El cine tiene el poder único de la empatía. Quiero que la gente se vea en estas situaciones extremas y se conozca más profundamente».
El director, cuya carrera despegó con 'The Act of Killing' —nominada al Oscar y un terremoto en su año de estreno, con un escuadrón de asesinos indonesios contando cómo mataban a los rivales políticos tras el golpe de estado de 1965– ve en 'The End' una continuación de su obsesión por la impunidad y la memoria. «La película es absolutamente sobre la impunidad», subraya. Aquí, a diferencia del documental, donde convivió con asesinos reales, creó un mundo desde cero. «No es una película fácil, pero el arte debe incomodar», defiende. «Si no puedes mirar tus verdades más urgentes, no puedes cambiar». Y remata: «Vivimos en un momento donde la sinceridad se confunde con ingenuidad y el cinismo se usa como máscara par camuflar la desesperación».
Pese a su tono sombrío, Oppenheimer es optimista. «No podría hacer este trabajo si no lo fuera», asegura. «Es una historia para advertirnos, pero también una invitación a la la empatía y el perdón». Porque la alternativa, lamenta, es caminar «directamente hacia el abismo».
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