Javier Bardem: «Hablar de racismo hoy en día es muy arcaico»
El actor interpreta al Rey Tritón en la adaptación de 'La Sirenita', que se estrena hoy en cines
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Javier Bardem pasea por Madrid como si fuera Hollywood, integrado en esa industria al alcance de tan pocos. Por su físico rocoso o su cara de haber repartido unos cuantos ganchos se ha ganado al otro lado del charco reputación de tipo duro, perfil ... que le ha permitido incluso levantar, convertido en el villano de 'No es país para viejos', ese Oscar al alcance de los inmortales. Huye de las etiquetas, al menos en materia laboral, cuando elige sus papeles, aunque abundan los malos y ya van dos películas en las que Disney le manda al fondo marítimo, si bien en 'La Sirenita' de acción real, que se estrena hoy en cines, solo ha tenido que mojarse en una escena.
De las primeras cosas que hizo el actor a su llegada a España para promocionar la adaptación del clásico animado fue gritar, en broma y frente a los fotógrafos, «¡viva la República!». Lo cree en serio, a pesar de que en el filme dirigido por Rob Marshall aparca su alergia a las monarquías interpretando al rey de los mares, Tritón, por petición propia. Grabó sus escenas sin barba ni peluca, aunque para todas necesitó, mal que le pese, la corona. «Cuando me enteré de que se iba a hacer la película le dije a Rob, 'Coño, qué bonita idea, cómo me gustaría hacer de Tritón, al que conozco desde que vi el clásico en el cine con 20 años'. Lo pillé haciendo la compra, pero fue tal la casualidad que le mandé el mensaje pidiéndole el papel el mismo día que iba a llamarme él», cuenta en una entrevista con ABC.
No tiene Bardem inconveniente en dar vuelo a la imaginación cuando está rodando, de ahí que pueda ser quien quiera cuando se enciende el piloto rojo, aunque sea con un arnés, atado a una grúa y rodeado de efectos especiales y pantallas azules. Lo sabe su hija, que cuando se enteró de que lo fichaban para 'La Sirenita', le soltó: «'¿Vas a hacer de Ariel?' Le dije que no por el bien de la humanidad, pero ahora gente como Melissa McCarthy [que interpreta a la bruja Úrsula] dicen que quieren ver esa versión», ríe. Y detiene la entrevista, hasta detectar la procedencia de un ruido que no era la sintonía de 'Bajo del mar' sino la prueba de que la máquina de café del Hotel Four Seasons estaba encendida. Pide que la paren, incapaz de concentrarse, se disculpa y continúa.
Mayor inclusión
No cayó en la treta de su hija de dar vida a la pelirroja de la película, a la que interpreta la cantante Halle Baily, pero el año pasado tuvo que enfrentarse a las mismas críticas por hacer de cubano sin serlo en 'Ser los Ricardo': «Que tengamos que hablar de racismo hoy en día... Eso fue un comentario totalmente arcaico». Y todavía no había pasado lo de Vinicius Júnior en Mestalla. En este sentido, defiende la decisión de cambiar el color de piel de Ariel, de origen nórdico en la obra original, que en esta nueva versión del clásico interpreta una actriz negra. «Las críticas siempre están ahí. Hay que hacer oídos sordos y seguir adelante. Cuando son críticas que tengan que ver con los complejos de cada uno, hay que seguir haciendo lo que uno quiere hacer», defiende. Y a Bardem, además de las canciones, le atraía «cómo se toca el tema de la diversidad» en esta revisión de Disney, en la que las hijas del Rey Tritón son cada una de una nacionalidad diferente, igual que la madre del príncipe y la mitad de la población de su reino. «Cada niña en el mundo va a tener su sirena representada en una de las hermanas de Ariel. Por no hablar de la inclusión, de razas, de acentos, de looks, de colores. Me parece muy interesante porque es el mundo en el que vivimos. Y creo que las nuevas generaciones, si ven el clásico, que sigue siendo una obra maestra dentro de Disney, a lo mejor van a echar de menos eso, porque el mundo que conocen ahora, o están conociendo, tiene que ver más con esta diversidad y así debe ser», reivindica el intérprete.
«Las cosas importantes son muy simples y uno intenta ser parte de ellas», afirma Javier Bardem, que aplaude una película capaz de lograr que las niñas, tras su proyección, salgan «empoderadas». Algunas, quizás, también lo hicieron al ver en el clásico de 1989 la curiosidad de Ariel por conocer un mundo, el terrestre, tan diferente al suyo; por la ausencia de prejuicios para enamorarse de un príncipe al que supuestamente debía temer y también por ser capaz de sacrificar sus bienes más preciados, la voz y la familia, por perseguir su sueño. En eso no cambia esta nueva adaptación, cuyo argumento es en esencia el mismo pero su metraje es casi el doble de largo –79 minutos frente a 135–, las mejores canciones son las de la banda sonora original y la gran novedad es el mal envejecimiento de Sebastián y Flounder, que pierden todo el encanto al pasar de ser dibujos a marisco y pescado. Para Bardem, en cambio, la vigencia del clásico no invalida lo oportuno de la adaptación, sobre todo en temas como que «Ariel no se sacrifica a sí misma por amor» o la lección de un más «humano» Tritón, que es «que querer más no es querer mejor». «Tenemos que aprender a querer a nuestros hijos como ellos necesitan ser queridos, más allá de lo que deseemos», insiste.
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