'Historia de un vecindario' y homenaje al gran Yasujiro Ozu en su 120 aniversario
Se restrena la gran obra del cineasta japonés, del que se celebra su 120 aniversario
Maravillosa familia de Tokio (***): Licuar en comedia la familia de Ozu
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Iniciar sesiónNació y murió un 12 de diciembre, por lo que acaban de cumplirse ciento veinte años del nacimiento (1903) y sesenta de su fallecimiento (1963) de Yasujiro Ozu, el director japonés que más ha contribuido a que se le rasgara la mirada a Occidente ... viendo sus películas. Empezó en el cine durante el mudo y alcanzó cierta relevancia durante la década de los treinta, pero fue a finales de los años cuarenta, al fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando el estilo de Ozu se solidificó y maduró en una serie de títulos que forman una obra gigantesca e imperecedera, al frente de los cuales está 'Cuentos de Tokio' (1953), el más profundo y poético vistazo a las relaciones familiares y la vejez que se ha hecho nunca y una de las más grandes películas de la historia del cine.
'Primavera tardía', 'El comienzo del verano', 'El sabor del té verde con arroz', 'Otoño tardío' o 'El sabor del sake', junto a otra media docena imprescindible de películas, componen ese universo de Ozu tan lejanísimo como cercano, siempre con una muy particular e inequívoca puesta en escena y siempre con las relaciones y deberes familiares, la vejez y la tradición como alma de todas sus historias. Los planos fijos, la altura de la cámara (la de los ojos de alguien arrodillado en un tatami), el respeto a la dirección del tiempo, a la conversación serena, al plano medio, el uso de 'pillow shots', o planos almohada (ropa tendida, trenes, cableado de la luz…) para acompañar las transiciones de secuencias…, un modo de hacer cine que se convierte en reconocible, sustantivo, al primer golpe de vista.
El estreno ahora de 'Historia de un vecindario', uno de sus títulos más desconocidos, sirve para conmemorar esta especie de homenaje, pero también para caer de pie en el arranque de su imprescindible filmografía y como aliciente para recorrerla y disfrutar con ella. Esta película, realizada en 1947, en un país demolido física y psicológicamente, y tras varios años de sequía laboral y vital del director (movilización militar, guerra, periodo documentalista, campo de prisioneros…) fue la primera y en cierto modo el botón de inicio a sus obras mayores, aunque ya dirigió cinco años antes 'Había un padre', también un apunte muy preciso del cine que iba a hacer.
'Historia de un vecindario' comparte sencillez, cotidianidad y crujidos sentimentales con algunas de sus posteriores obras maestras, además de esa estructura narrativa en la que sobre los personajes principales aletean unos secundarios, una especie de coro generalmente compuesto por familia o vecinos. El gran personaje aquí es el de una mujer, viuda, sola y áspera que acoge a regañadientes a un niño perdido que ha encontrado un vecino y le encomienda su cuidado hasta que aparezca el padre. No hay ni el menor invento o sobresalto argumental, sólo la relación entre la mujer avinagrada y el niño de cara rechoncha, y el sigiloso trayecto desde la indiferencia o el fastidio hasta algo lleno de material sensible, pudoroso e indetectable, tratado con la sutileza que tiene todo el cine de Ozu; pero, en eso que podría parecer 'argumento corriente', hay golpes, situaciones, momentos, como el magnífico de la parada de ambos en la playa, que derraman talento, humor, poesía y humanidad.
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Los protagonistas, Chôko Lida y el niño Hôhi Aoki, le proporcionan a Ozu todos los elementos de distancia y cercanía que precisa para contar una historia de niños perdidos, solos, huérfanos, y una sociedad adulta también perdida en la restauración de sus propios sentimientos.
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