Eugenio, el cómico que no sabía reír y que no lloró cuando actuó tras enterrar a su mujer
David Trueba estrena 'Saben aquell', una película biográfica en la que David Verdaguer resucita al humorista
Crítica de 'Saben aquell', por Oti Marchante
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Iniciar sesión¿Usted no ríe nunca?», le preguntó un periodista a Eugenio justo antes de que la fama le empezara a desbordar. «Solo cuando cobro», respondió con el mismo tono cavernoso y monocorde con el que contaba chistes. Al menos así lo escriben David Trueba y ... Albert Espinosa en el guión de 'Saben Aquell', que se acaba de estrenar en cines. Quien imposta esa voz ajada por el humo de los ducados y el vodka con naranja es el actor David Verdaguer, que desaparece tras el personaje de Eugenio como el propio Eugeni Jofra se escondía bajo las gafas negras y la barba tupida hasta su muerte en 2001.
Trueba, que también dirige la película, quita la máscara al humorista que nunca reía gracias a los libros que publicó Gerard Jofra, uno de los dos hijos de Eugenio con su primera esposa, Conchita Alcaide; y, sobre todo, lo retrata gracias a sus famosos silencios. De hecho, toda la película transcurre en uno de esos momentos en las actuaciones donde lo único que se escuchaba era el carraspeo nervioso del público. «Les veo muy tristes, ¿qué pasa, se les ha muerto alguien?», espeta Eugenio en el filme.
'Saben Aquell' (***): El arte de la interpretación: entender, ser, sublimar al personaje
Oti Rodríguez MarchanteCine sencillo, bien situado en su época, bien aliñado de humor y de crónica con un cierto y atractivo 'efecto Cuéntame
«Sobre el escenario tenía una rítmica muy curiosa de arrancar sus monólogos tarde y con una pausa muy medida -explica David Trueba, que charla con ABC acompañado de David Verdaguer-. Y esos silencios me intrigaban tanto como las leyendas familiares que Gerard había recogido y que son esas historias que se cuentan en las casas de generación en generación, como que papá tenía una novia con la que se iba a casar pero que la dejó cuando conoció a mamá, o que el abuelo le dijo que con esa voz ganaría mucho dinero. Con esas tres o cuatro anécdotas traté de establecer una especie de puntos cardinales hasta que encontré una que no estaba en los libros, una leyenda apócrifa: Eugenio había actuado la misma noche del funeral de Conchita... 'se non è vero, è ben trovato'», desgrana Trueba, de verbo pausado pero irrefrenable.
Y en ese silencio recorre Trueba -junto a Verdaguer- el camino de Eugenio desde su vida como joyero hasta que conoce a Conchita -«la morena más guapa de toda Sierra Morena»- y se sube con ella a los escenarios con el dúo de folk 'Els Dos'. Pronto se dan cuenta de que las pequeñas historias que narra entre canción y canción apasionan al público más que los clásicos catalanes reversionados.
Detrás de los focos
Así emerge también la figura de esa Conchita que eligió desaparecer para que brillara su marido. Un personaje que llena de luz y de fuerza la actriz Carolina Yuste. Porque Eugenio también trasladaba los silencios del escenario a la cocina de su intimidad, donde en lugar de enfrentarse a los problemas los rehuía. O peor: en lugar de discutir o dar explicaciones contaba chistes que, en casa y sin la careta del personaje, solo enfadaban a la mujer y a los hijos. Entre actuación y actuación aparece un hombre incapaz de superar la enfermedad de su esposa. Un cómico tímido y lleno de inseguridades que al principio de su carrera tenía miedo de los escenarios y que, a medida que la vida se complicaba, solo encontraba refugio escondido detrás del micrófono.
El personaje terminó, al fin, por ensombrecer a la persona. Todo eran contradicciones: un cómico que no se reía, un payaso triste que confeccionó una máscara sin maquillaje ni falsas sonrisas. Una anécdota perfila al Eugenio retratado: Chicho Ibáñez Serrador lo invitó al 'Un, dos, tres' y disfrazó a todo el mundo de romanos (quién no piensa una vez al día en el Imperio Romano). A todos menos a Eugenio, que terminó por convencer al maestro de la televisión diciendo que la gracia estaba en ver a Eugenio siendo Eugenio ya en la antigua Roma. Y así se presentó a los españoles: contando anécdotas con su vaso de tubo y su cigarro rodeado de gente en toga y coronas de laurel.
«Las anécdotas explican más a los personajes que a la realidad», reflexiona Trueba, que confiesa que le pareció un truco divertido hacer una película sobre ese público -los espectadores de la película, en realidad- que se sentó ingenuamente a ver una actuación de Eugenio sin saber por todo lo que había pasado. «El espectador de la película se coloca como espectador de los espectadores de Eugenio y entonces entiende lo que quiere decir cuando dice que en el fondo es un artista incomprendido», remata ante la atenta mirada de Verdaguer.
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El actor asiente ante el director, que lo escogió sin probar su imitación del cómico. «Yo estaba muy obsesionado con la voz», recuerda ahora Verdaguer. «De hecho, nunca probamos el personaje hasta antes de rodar: la primera vez que lo hice fue con público en una escena de la película y vi que se reían y que se lo creían», explica por fin relajado un Verdaguer que, aunque no es «como Carlos Latre» sí ha conseguido que la gente vea a Eugenio en pantalla sin necesidad de efectos especiales. Un milagro tan grande como conseguir hacer reír sin esbozar ni media sonrisa.
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