Ethan Hunt, el ¿adiós? al hombre que no dejó de salvar al mundo
Tom Cruise estrena en cines la que aparenta ser la última entrega de 'Misión imposible'
Crítica de ´Misión imposible: Sentencia final'

Apareció en 1996 y, desde entonces, Ethan Hunt ha salvado el mundo en ocho películas que, entre explosiones, tiroteos y rodillas rotas, han contado nuestro presente a través de sus villanos. 'Misión imposible' estrena hoy su última entrega, 'Sentencia final', y lo hace combatiendo a una malvada Inteligencia Artificial que quiere acabar con la principal amenazada de la humanidad: los seres humanos. Revisar los 30 años en los que Tom Cruise ha recorrido el mundo haciendo piruetas y acrobacias sirve para entender cómo ha cambiado la geopolítica mundial a través de unos malos de película que siempre representaban los temores de los pobres ciudadanos anónimos a los que Ethan Hunt, desde la IMF, juró defender: «We live and die in the shadows, for those we hold close, and for those we never meet», dice en media docena de ocasiones en las casi 3 horas que dura esta 'Sentencia final'.
Ya en los 90, cuando Paramount le propuso a Tom Cruise producir la película que él quisiera, el actor decidió resucitar una historia que en la pequeña pantalla de los sesenta había tenido un buen recorrido pero en la que nadie confiaba a esas alturas. Y su misión, más que imposible, fue milagrosa: ha recaudado 5.000 millones de dólares solo en entradas vendidas. En aquella primera entrega, Jon Voight interpretaba a un agente doble que se hacía con unos códigos informáticos para desestabilizar a los gobiernos del mundo. Era los inicios de internet y el miedo al «poder de los ordenadores» era un villano ideal. Después, en la segunda y tercera entrega, el objetivo era evitar que se expandiera un virus mortal (con aroma a ántrax) capaz de provocar una pandemia. Ya en 2011, con la crisis económica global, empezaron a hablar de nuevo orden mundial, de poderes anónimos en la sombra... y de bombas atómicas.
Todavía eran los rusos los que asomaban al fondo como un rescoldo de la Guerra Fría. Hasta que en 2015 los malos crean El sindicato, malvados que desinforman, engañan, manipulan... Y que no dependen de gobiernos. Entramos en la época de mundos relativos, de títeres en el poder y de verdaderos poderosos en la sombra. Algo que en esta 'Sentencia final' (segunda parte de 'Sentencia mortal', de 2023) ya es una Inteligencia Artificial que se encarga de que nadie sepa qué es verdad, qué es manipulado y quiénes son los malos, de haberlos.
Lo único que no es relativo es el protagonismo de Tom Cruise. En estas tres horas de aparente despedida de Ethan Hunt no dejan de sucederse 'flashback' para recordar (y autohomenajearse con algo de nostalgia) a todos esos malos que lo acompañaron pero, sobre todo, para ver a aquel Tom Cruise treintañero que envejeció ante la cámara y que ahora, a los 62 años, todavía sigue rodando sus escenas de acción sin dobles.

En esta última película, quien sabe si pensando que nadie va a creerse a un jubilado haciendo de superhéroe, fuerza la máquina como nunca antes. Se sube a las alas de una vieja avioneta y salta a otra donde su antagonista trata de derribarlo. Se cuelga de un ala, se engancha a la rueda, se cuela en la cabina, vuelve a salir. Y todo de verdad, sin trampa ni cartón. A 250 km/h y a 3.000 metros de altura sobre el nivel del mar. Tardaron cuatro meses en rodarla.
Es la última locura para decir ¿adiós? a un personaje con el que escaló el Burj Khalifa en 'Protocolo Fantasma', con el que se agarró al exterior de un avión de pasajeros en pleno vuelo en 'Nación secreta', con el que saltó desde 7.500 metros de altura en 'Fallout' o con el que saltó con una moto desde un acantilado en 'Sentencia mortal'. Se ha jugado la vida en una docena de ocasiones por «hacer lo que nunca se ha hecho». Christopher McQuarrie, el director de las últimas 'Misión imposible', lo tiene claro: «Tom siempre se fija en Buster Keaton, en Douglas Fairbanks, en Charlie Chaplin. En los que crearon la base a partir de la cual nació el cine moderno».
Viaje al fin del mundo
El rodaje de Sentencia Final llevó al equipo al límite, literalmente, al asentamiento más septentrional del planeta: Longyearbyen, en el archipiélago de Svalbard. Este lugar remoto, accesible solo en rompehielos, nunca había acogido un rodaje. Y el reparto nunca había rodado a 40 grados bajo cero.
«Es un entorno en el que resulta muy difícil rodar. Eso aumenta el suspense y el dramatismo. En mi opinión, la cámara ha captado con gran belleza la sensación de riesgo y todo lo que pusimos en juego por el mero hecho de poder estar allí filmando», cuenta el director. «Eso no se puede reproducir con CGI. Ese entorno nos da algo real con lo que trabajar en lugar de tener una gran pantalla azul o verde detrás de ti. Estábamos en una civilización virgen, donde los animales vagan salvajes por los glaciares».
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