'La estrella azul': La quijotesca idea de perseguir a un poeta del rock fugado
Más de una década le ha costado al debutante Javier Macipe llevar la vida del rockero Mauricio Aznar al cine
Crítica de 'La estrella azul'
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Iniciar sesión«Estaba todo en contra». Quien habla es Javier Macipe, cineasta, y por sus ojos parece querer escaparse el fantasma de la odisea que vivió en uno de los rodajes más dilatados -en tiempo y espacio- y accidentados del último cine español. También, y ... por todos esos accidentes, uno de los más emocionales. El fantasma no llega a emerger porque el resultado, 'La estrella azul', solo le ha dejado alegrías en forma de aplausos desde su primera proyección en el festival de San Sebastián. Lo «quijotesco» del rodaje terminó por envolver lo que se ve en pantalla: una tragedia épica que recupera la leyenda olvidada de un Quijote del rock, Mauricio Aznar, que renunció al estrellato para buscar su propia luz en lo profundo de la música popular.
Con su nombre de notario más que de estrella, Mauricio Aznar vivió algo parecido a la gloria en la escena del rock de los años 90 de Aragón. Epítome de lo que fue la generación X, dominada por la falta de horizonte y con las drogas y la depresión como compañeros habituales, Aznar se bajó del escenario cuando la gente empezó a llenar las salas para verlo. La ansiedad del poeta que prefiere el verso al aplauso lo consumió. Y decidió dejar todo atrás para viajar, guitarra al hombro, a parajes perdidos de la Argentina profunda en busca de lugares donde el folclore más que una palabra, es una forma de vivir; donde quien coge una guitarra y canta por la voz de los antepasados es escuchado. Se fue cuando dijo en una entrevista una frase que resume todo: «Hubo un momento en que en el escenario me podía tirar un pedo que la gente iba a aplaudir». Buscó la raíz y encontró a Don Carlos Carabajal, autor olvidado de buena parte del acervo musical de aquellas tierras. Un músico sin fama ni reconocimiento, pero con una guitarra, que terminó por convertirse en su maestro y que en la pantalla interpreta su hermano, el también músico Cuti Carabajal.
Ese viaje lo repitió Javier Macipe para rodar 'La estrella azul'. Aunque, en realidad, el camino fue más extenso. El cineasta, que debuta en el largometraje, apenas había dirigido un puñado de cortos desde la Facultad de Ciencias de la Información cuando conoció a Ana, la madre de Mauricio. Allá por 2008 le pidió permiso para usar la canción 'Apuesta por el rock'n'roll' (la más famosa de Mauricio por la versión que hizo Héroes del silencio) y comenzó una amistad. Años después, Carlos Saura habló con la propia Ana para hacer una película sobre su hijo, pero ella dijo «no» y se lo pidió a aquel chaval que había conocido antes. «Ella me dijo, pasado el tiempo, que lo hizo por ayudarme». Y ahí se forjó otro de esos nudos sentimentales que, a fuerza de necesidad, ha acabado apretando 'La estrella azul'.
Otro comenzó con una escena casi tragicómica. Aparece Javier Macipe, treinta años apenas, camino a Los Ángeles en busca de Enrique Bunbury. Se había gastado los ahorros en un viaje en el que esperaba enseñar al paisano el guion sobre Aznar que había escrito y lograr, de alguna manera, su respaldo. Todavía montado en el avión vio que Bunbury acababa de regresar a España para actuar. Meses después volvió a vaciar la hucha (esta vez con un billete más caro pero más «preciso») para ir a Argentina, donde la estrella de Héroes del silencio estaba de gira. Un amigo de Macipe le había hecho llegar el guion y un mensaje: «Este loco fue hasta Los Ángeles a buscarte: hazle caso». Lo consiguió. «Bunbury me dijo que le dijera a los productores que me iba a apoyar con la promoción», recuerda ahora el cineasta. Lo que no sabía es que no tenía productores a tiro. Así que buscó en internet y, como de un vendedor del Círculo de lectores se tratara, se puso a tocar timbres. Hasta que convenció a un productor argentino. De vuelta a España, consiguió otro, y de los grandes, Mod. Parecía que lo duro ya estaba conseguido. Pero no. Ahora empezaba lo peor.
Rodaje cancelado
Al tercer día de rodaje en Argentina llegó el confinamiento. Todo parado. Y, durante el parón, la eterna inflación de Argentina se disparó: los millones de pesos que tenían para rodar cada día valían menos, y menos, y menos... Casi nada. Ahí se gestó el gran nudo de toda esta historia: el de los técnicos y elenco planteándose terminar la película formando una cooperativa, trabajando por lo mínimo para culminar el rodaje. Los productores habían decidido cancelarlo por todos esos problemas económicos y parecía que todo iba a llegar a su fin. Pero Macipe -recordemos, director novel- convenció a los productores de filmar lo que quedaba casi sin presupuesto, ajustando cada toma al mínimo detrás de los focos. Y logró rematar la película sin que se eche en falta en pantalla un solo euro. De hecho, presume -con razón- de detalles técnicos como grabar un plano secuencia con una pequeña orquesta de cuerda o rodar con música en directo todas las actuaciones que se recrean en el filme, algo extremadamente complejo pero que llena de alma lo que antes era celuloide y hoy son gigas.
Dos situaciones reflejan esta odisea, una triste y otra compleja; pero ambas con final feliz: la primera es la de Macipe regresando de Santiago del Estero, una provincia recóndita de Argentina en la que se quedó «tirado» un mes después de que cancelaran el rodaje. A su vuelta en el avión se le cayó el mundo al suelo porque no se atrevía a decirle a su círculo que ya no habría película. Menos aún a la madre de Mauricio. La otra la empareja espiritualmente a David Lynch, que presumía de que en 'Cabeza borradora' está el salto de racord (la continuidad entre un plano y el siguiente) más largo de la historia, dos años. «Nosotros lo superamos sin querer con un plano secuencia que empieza en el hospital, entra en el ascensor y sale en casa de Mauricio. La cámara entró en el ascensor en 2020 y el plano que sale y recoge a Mauricio es de 2023». Ahí aparece el actor Pepe Lorente, que mantuvo el personaje tres años.
Y llega el nudo final de esta quijotesca odisea de perseguir la estela de una estrella fugaz que decía que lo importante no es a cuántos llegas, sino cuánto llegas a los que alcanzas. «En realidad, la propia estructura de la película es la historia de alguien que, aunque muera en un relativo anonimato, inspira a otros. Cuando entendí eso es cuando le encontré el sentido de hacer esta película. Y eso llegó a todos los que estuvieron involucrados», sentencia.
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