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ABC Cultural

Sean Baker, director de 'Anora': «El sueño americano se ha convertido en querer ganar más dinero y comprar más cosas»

El cineasta estrena en España su última película, con la que ganó la Palma de Oro de Cannes

Crítica de 'Anora': Gran juerga de Cenicienta y los tres cerditos

Sean Baker, en el centro, acompañado por su esposa y productora Samantha Quan y por el actor Mark Eydelshteyn AFP
Fernando Muñoz

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La primera vez que el estadounidense Sean Baker vino a España, allá por 2018, lo hizo con una pequeña película independiente titulada 'The Florida Project' que era algo así como el reverso tenebroso y triste (aunque rodada desde la mirada luminosa e inocente de dos niñas) del sueño americano. Fue entonces cuando ABC le preguntó si prefería ganar un Oscar o triunfar en Cannes. Ni dudó ni dejó de sonreir con sus dientes «blanco Hollywood»: «Es como elegir entre un puñetazo o un masaje», dijo el cineasta. Seis años después, el jurado del Festival de Cannes le dio su merecido: una Palma de Oro por su película 'Anora', que ya se puede ver en los cines de España. «Ganar en Cannes me permite seguir haciendo las películas de la manera que quiero, sin tener que preocuparme por el ruido exterior ni por ser seducido por Hollywood», cuenta a ABC.

No es un tipo culaquiera, Sean Baker. Nacido en Nueva Jersey hace 53 años (aunque no aparenta más allá de 40), sus películas han logrado pasar de la extrema independencia –en la que se mueve como un viejo productor del sistema de Estudios– a la popularidad en la ribera entretenida del cine alternativo a Hollywood.

Porque Baker produce, escribe, hace el casting, dirige y monta sus propias películas. Una especie de artesano multifunción que, sin embargo, no esconde «un obsesivo del control, aunque lo parezca», dice a ABC. «No sé cómo no podría montar mis propias historias, es en la sala de edición donde encuentro mi película», se excusa este narrador total, que cuenta cómo, de mano de su esposa, también productora, busca a sus protagonistas en las películas ajenas e, incluso, en las redes sociales.

Así ha dado a luz a esta Anora, una bailarina erótica dada de alta en la Seguridad Social que es prostituta en sus ratos libres. Alguien tan sonriente y tersa en apariencia como rota por dentro. No es la primera vez que Baker filma a trabajadores sexuales. En 'The Florida project' o 'Red Rocket' ponía ahí su cámara como lo hace en 'Anora', sin cortarse un pelo ni recrearse en lo turbio. Todo luz en la oscuridad. «Hay un millón de historias que contar en este mundo», sentencia.

Contra los estereotipos

Porque si hay algo que define el cine de Baker es su particular mirada a donde el cine no suele mirar. Y, si repite el tema de otros, fulmina cualquier tipo de convencionalismo. «Quería jugar con los arquetipos y romper los estereotipos», explica. Por eso sus mafiosos lloran, sus personajes infelices sonríen y sus ricos, a diferencia de otros ricos del cine, disfrutan con algarabía de sus privilegios. Y, después, ya se verá.

Quizá por eso, cuenta Baker, le gusta enseñar algo tan natural como los cuerpos y apartar la mirada ante algo tan oscuro como la violencia. «En esta sociedad se evade hablar de sexo y mostrar la desnudez pero se abraza la violencia», apunta, y aunque su película «no va contra la censura», sí que cuestiona directamente al «puritanismo», a una sociedad que no le horroriza ver en pantalla las torturas de un asesino como Pablo Escobar y sí un pezón en Instagram.

Escena de 'Anora'

También, claro, a una sociedad rota, dividida. Retrata a una clase trabajadora sin conciencia de clase y a veces, incluso, sin conciencia. Y a unos ricos que no se averguenzan de serlo. Sin moralinas, algo tan habitual en el cine independiente, que a veces es solo cine moral (o con moralina). «En Estados Unidos vivimos una creciente división de clases a diario –añade Sean Baker– y no reconocerlo ni querer abordarlo en las historias que creamos es de ser un ignorante. Ahora, tristemente, lo que nos define a los estadounidenses es eso. El sueño americano, ya sabes, se ha convertido solo en querer ganar más dinero y comprar cosas. En eso se ha convertido nuestro sueño americano».

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