«"Soul" no es una película sobre teología, sino por qué merece la pena vivir»

Dice Pete Docter a ABC que, desde el nacimiento del cine sonoro, hay una conexión entre jazz y animación. En «Soul» hay más enlaces: el del mundo de los vivos con el de los muertos –como en la queridísima «Coco»– y el de su protagonista, un apasionado profesor de música ( Jamie Foxx ), con un alma sin chispa ( Tina Fey ), que se niega a poner un «pie» en la Tierra. Lo último de Pixar tiene poco de improvisación, pero sí habla sobre «esa idea de que no se puede elegir la melodía asignada, pero sí convertirla en algo personal y grande». «No podemos elegir nuestra situación en la vida, pero podemos improvisar, jazzear por la vida y hacer algo bueno», resume el director sobre el mensaje de la película.

Él mismo, ahora mandamás del estudio tras el cese de John Lasseter , es un escuchante-amante del jazz desde niño; se queda con lo compuesto desde los años cuarenta hasta los sesenta... Nació en 1968. Su compañero Kemp Powers incluso tocó de adolescente en una banda de jazz, así que lo lleva en la sangre, como el hiphop y el reggae . Quien compuso las canciones para «Soul», Jon Batiste , quería inspirar a una nueva generación de amantes de un género musical nacido a finales del siglo XIX en Estados Unidos.

Porque el baile entre el jazz y la banda sonora compuesta por Trent Reznor & Atticus Ross es puro contraste, como el de esa Nueva York otoñal donde sobre-vive el protagonista y ese Más Allá en el que él recala a los pocos minutos de empezar el filme. «Casi todo lo que habían hecho Reznor y Ross eran películas de David Fincher; normalmente sus bandas sonoras son más agresivas y duras. Al principio era una idea extraña. Les requería salir de su zona de confort y a nosotros también; ese mínimo de inseguridad remó a favor. Es lo que suele pasar creativamente cuando arriesgas», reivindica Pete Docter.

«Soul» está hecha con alma; o más bien, con almas , las otras protagonistas de la película de Disney+. Sus responsables incluso acudieron a consultores y expertos en religión. «Tradicionalmente las almas son vistas como invisibles, vaporosas, incorpóreas... », recuerda su director. Pero ellos no podían permitirse ese superpoder, así que, conforme con la línea (maestra) de Pixar, había que insinuar... «Queríamos que parecieran personajes muy simplificados sin todos los detalles: la piel, protuberancias y arrugas, orejas y pelo… Es como el icono de una persona; hasta el punto de que no hay brazos o piernas si nos las necesitan. Intentamos hacer que las almas no fueran abstractas del todo, pues necesitábamos ver sus rostros y reacciones», desarrolla Docter.

Aclara que no es una película sobre teología, sino «una investigación sobre por qué merece la pena vivir, una cosa filosófica». Pero lo que más les preocupaba era la mala representación de la cultura afroamericana: «Mucha gente nos ayudó y aconsejó para hacerlo bien».