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Segunda Guerra Mundial

La agónica resistencia de una isla británica ocupada por la tiranía nazi

La película «La sociedad literaria del papel de piel de patata», que se estrenó el viernes, honra a esa población de la isla de Guernsey que huyó de las esvásticas refugiándose en la literatura

Director y protagonista de «La sociedad literaria y el pastel de piel de patata»
Lucía M. Cabanelas

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Casi dos docenas de títulos en su filmografía, con clásicos de la comedia romántica británica pero también descomunales producciones americanas, no consiguen amedrentar al director Mike Newell , que lo mismo se pone al frente de «El príncipe de Persia: Las arenas del tiempo» como asume el riesgo de adaptar a Gabo con «El amor en los tiempos del cólera». Nada se le resiste, ni siquiera el reto de adentrarse en las calamidades de Guernsey, una pequeña isla del Canal de la Mancha que fue ocupada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Entre los restos de la memoria y la metralla, de la salitre y el esqueleto de los búnkeres nazis, y «quizás» como respuesta al Brexit, Newell regala su estoicismo a «esa generación británica de menos de cincuenta años que no sabe que en un pedacito de Inglaterra también ondeó la esvástica ». «Lo más interesante no es que estuviera ocupada, sino que los isleños ingleses se las apañaran para tener una vida plenamente imaginativa, muy colorista, bajo esa presión», explica el director de «Donnie Brasco».

Honrando esas quimeras, Mike Newell se cubre de la persistente lluvia de su país con un dilatado título, «La sociedad literaria del pastel de piel de patata» , que pese a lo acorchado que parece, consigue exprimir el jugo del bestseller en el que se basa: la historia de la exitosa escritora Juliet Ashton, que renuncia a todos logros para emprender una sencilla empresa, atraída por la carta de un admirador remitida desde la remota Guernsey .

«Una de las cosas que pensé al hacer la película es que vivo en Londres en el siglo XXI, en una de las ciudades más materialistas en una de las épocas más materialistas hasta la fecha. Así que quería hacer algo sobre una chica que renunciaba a todo para vivir con un granjero. Pero me preguntaba si yo mismo me creía esta historia...», reconoce el realizador, que se decidió finalmente mirando dentro de casa: «Tengo una hija de 35 años que, junto a mi hijo, es el amor de mi vida. En este momento es un poco infeliz y quería hacer una historia sobre alguien que era infeliz de una manera específica y conquistaba esa felicidad y quedaba satisfecha y realizada».

Sin las ambiciones desmedidas de «Harry Potter y el cáliz de fuego» , Newell «vuela cerca del suelo» con esta extraordinaria historia ordinaria, haciendo de la sencillez su gran baza. Por supuesto, no falta la historia de amor, previsible de quien, en sus palabras, rescató con «Cuatro bodas y un funeral» el género de la comedia romántica, «que llevaba en el fondo del frigorífico muchísimo tiempo». Pero también un guiño a todos esos británicos «incapaces de creer lo que había pasado y que Auschwitz existía porque los seres humanos no hacían eso». Y también a su abuela, que tras la contienda invitó a su cas apor Navidad a varios prisioneros alemanes porque decía que, aunque habían estado en guerra con ellos durante años, en ese momento debían aprender a vivir de otra manera.

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