Oti Rodríguez Marchante
Pixar, todo sobre la infancia
«Hay en «Toy Story», en sus notas a pie de alma, detalles que hacen crujir los márgenes de la corrección de pensamiento»
Oti R. Marchante
Hay en «Toy Story», en sus notas a pie de alma, detalles que hacen crujir los márgenes de la corrección que hoy nos rodea
Antes solía decirse, entre cinéfilos y quizá con intención provocadora, que todo estaba en La Biblia y en «El padrino», pero ... la aparición en el paisaje de ese Himalaya que fue Pixar (solo tiene ochomiles) permitió ampliar ese absoluto: todo está en La Biblia, en «El Padrino» y en «Toy Story», que se convirtió en la otra gran trilogía de la historia del cine hasta que hace un par de años, con la incorporación de su cuarta entrega, pasó a ser la mejor tetralogía de la historia. Una película, un universo, que transformaba la habitación de los juguetes en un lugar lleno de vida, aprendizaje, maduración y rastreo de algunos de los sentimientos que prenden y acompañan al ser humano durante su peripecia vital… De aquellos primeros celos del vaquero Woody hacia Buzz Lightyear, el deslumbrante astronauta que llega y consigue las preferencias del niño Andy, hasta esos complejísimos estados emocionales del «tercer capítulo» cuando el joven Andy se va a la Universidad y deja un irreparable vacío y sensación de cachivache entre sus juguetes.
Hay en «Toy Story», en sus notas a pie de alma, algunos detalles que hacen crujir los márgenes (tan crujientes e inclusivos) de la corrección de pensamiento que hoy nos rodea y nos penetra, como la lealtad inquebrantable del «muñeco» al «amo»; como la necesidad de sentirse querido y útil por él; como la nobleza que embadurna a veces el sentido de pertenencia; como la utopía de ciertos conceptos que nunca deberían escribirse sin comillas, tal que libertad o independencia, y las precauciones ante los falsos profetas de ellos, los «sin dueño» llenos de agresividad y rencores… Y por supuesto, una idea sustancial, pero hoy nociva, acerca de lo insalubre y peligroso que puede ser el verbo reciclar, no tanto en su versión plástica como en la anímica o de pensamiento, por lo que conlleva de desamparo, de renuncia.
«Toy Story» será para siempre una ventana abierta para la infancia, unos prismáticos para ver su mudanza, broches e imperdibles, y un espejo retrovisor para oler sus residuos en los adultos.
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