El puñetazo que destrozó la amistad entre John Ford y Henry Fonda
Durante el caótico (y alcohólico) rodaje de 'Escala en Hawai', repleto de excesos de un director siempre inmaculado cuando grababa, terminó para siempre la fructífera sociedad entre Ford y Fonda, que habían trabajado juntos en películas como 'Pasión de los fuertes' o 'Fort Apache'
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Iniciar sesiónTodo terminó tan rápido como empezó. Para John Ford , el cine era ver caminar a Henry Fonda , pero el actor dejó de moverse para la cámara del genio del parche después de una pataleta alcohólica en 1955. Venían de varias exitosas ... sociedades juntos, desde ‘El joven Lincoln’ (1939) a ‘ Pasión de los fuertes’ (1946), por lo que Henry Fonda no esperaba el golpe. Después de una discusión a gritos, no vio venir el puñetazo del «tipo que hacía wésterns», ese hombre irascible que, sin embargo, rodaba con tanta calma. Un gancho que derribó al intéprete y que, quizás, inspiró al cineasta para recrear el que James Setwart le propina a John Wayne en 'El hombre que mató a Liberty Valance', que estrenó siete años después.
Fonda cayó al suelo. Al reponerse agarró a John Ford, que seguía dando golpes al aire en su frustrado intento de volver a noquear al intérprete, protagonista de ‘Escala en Hawai’ por petición expresa del cineasta. Así era John Ford, una contradicción en sí misma, en su cine, en su ideología y también en los rodajes. Fonda lo metió en la cama y se fue. El director no tardó ni media hora en darse cuenta de lo que había hecho. Casi llorando, arrepentido, le pidió perdón por el espectáculo, pero Henry Fonda nunca le perdonó al director, otrora su aliado en la construcción icónica del héroe rooseveltiano, haber destruido una película tan importante para él.
El actor de Nebraska, ganador del Oscar por ‘En el estanque dorado’ (1981), había interpretado a Mr. Roberts, el protagonista de la película ‘Escala en Hawai’, durante tres años en la obra de Broadway y, además, la novela en la que se inspiraba la pieza teatral se había escrito pensando en Fonda como protagonista. El personaje le venía como un guante al intérprete, que se identificó enseguida con la sinceridad y amabilidad que desprendía el personaje, con su capacidad para ser compasivo porque, al fin y al cabo, ese hombre que buscaba un significado a la vida y no se limita a estar en ella, viéndola pasar, era él mismo.
El personaje, por si fuera poco, despliega el calmado heroísmo de figuras como Wyatt Earp o Abraham Lincoln, roles que Fonda había interpretado en la gran pantalla en su prolífica alianza con John Ford. Mr. Roberts, como ellos, es un hombre decente que se opone a cualquier tipo de tiranía. A Fonda le gustó tanto el guión que le pidió a su agente que le liberase de sus compromisos cinematográficos para poder protagonizar la obra de teatro en 1948. Lo dejó todo y aparcó su carrera en el cine, en la que ya gozaba de un nombre de prestigio, para subirse a las tablas y dar vida a Mr. Roberts.
Centrado en Broadway, Fonda disfrutó de la buena acogida de la obra y de su interpretación, alabada por todos. «Él se preocupa. Le importa. No está satisfecho con que las cosas estén simplemente bien. Simplemente bien es, para Fonda, un pecado cardinal. Es un crimen contra su religión, el teatro», elogió Joshua Logan , guionista de la película y también de la obra en el teatro.
El empeño que resultó en condena
Cuando Hollywood, después del éxito teatral, decidió realizar en 1955 la película 'Escala en Hawai', Fonda tenía veinte años más que el personaje al que había interpretado. El estudio, la Warner, no pensó en el actor para el papel, sino en William Holden, que declinó la oferta porque consideraba que ningún otro intéprete podría estar a la altura de lo que Fonda había hecho en Broadway. Pensaron entonces en Marlon Brando, que al parecer sí aceptó el encargo. Pero cuando Ford, que gozaba de gran éxito en taquilla, tomó las riendas del proyecto, solo puso una condición: que Henry Fonda fuera el protagonista. «Si él no hace la película, entonces yo tampoco la haré», dijo el director.
Fonda estaba encantado, por lo especial que era para él el personaje de Mr. Roberts y por la insistencia de Ford. El cineasta tenía carácter, pero nada anticipaba la tensión que desplegaría en el caótico rodaje y, mucho menos, esa guerra que destrozó una de las relaciones más fructíferas de la historia del cine.
Cuando dos trenes se aproximan, uno debe cambiar de carril. En 'Escala en Hawai' no había ferrocarriles pero sí cabezonería y ninguno quería moverse de su sitio en la película, cuyo tono fue motivo de disputa entre actor y director. El protagonista de ‘Las uvas de la ira’ abogó por ser lo más fiel posible a la obra teatral, que consideraba perfecta. Ford, asiduo a modificar los guiones hasta que fueran de su gusto, prefería incidir en el aspecto cómico que existía en la historia. Nunca llegaron a un acuerdo y sus desavenencias alcanzaron el punto álgido durante la pelea en la que Ford, al contrario que muchos personajes de su filmografía, se tomó la justicia de su propia mano y atacó al intérprete. Fue solo el principio de un desastre anunciado.
Alcohol, desmanes y una pelea
La pelea con Fonda se cernió sobre el equipo como una pegajosa resaca. John Ford empezó a beber, primero cerveza al terminar de rodar, luego también en el plató. Alternaba semanas de desmadre con alcohol cada vez más fuerte, mientras el equipo aguardaba a que el Reluctant, el barco en el que se desarrollaba la grabación de ‘Escala en Hawai’, zarpara de Midway. El actor de 'Fort Apache' (1948) no fue el único en sufrir los coléricos ataques del director, que navegó a la deriva durante la grabación, perdido en desmanes que a punto estuvieron de terminar su papel en la película.
Tal y como recoge Tag Gallagher en ‘John Ford: El hombre y su cine’ , Dobe Carey, hijo de uno de los actores favoritos de Ford y que también participaba en la película, recordó uno de los excesos del cineasta durante el rodaje que abochornaría al mismísimo Harvey Weinstein, cuando el director interrumpió una tarde de piscina del reparto y se propasó con la actriz Betsy Palmer, por quien estaba «loco perdido». «'¡Ah, Betsy!’, exclamó con un tono forzado de sorpresa, como si hasta ese momento no se hubiera dado cuenta de que ella estaba allí. ‘¿Qué me dices tú, Betsy? ¿Te estás poniendo morena?’. No dejaba de mirarle los pechos con su ojo sano y, antes de que Betsy pudiera abrir la boca, él alargó el brazo, le separó con la mano que le quedaba libre el bañador del cuerpo y le dio una buena ojeada a sus tetas. Betsy se quedó parada, sonriéndole y, después de que uno pudiera contar hasta cinco, Ford retiró el brazo y exclamó: ‘Pues sí que estás bien morena. Pero que muy morena’, tras lo cual se marchó de allí como alma que lleva el diablo».
El delirio alcohólico de Ford derivó en exhibicionismo, según recoge el capítulo sobre la amistad de Fonda y Ford del libro del aniversario de 'Pasión de los fuertes' (Notorious Ediciones) . Después del incidente con la actriz, el director se subió al trampolín más alto, todavía envuelto en la toalla. Cuando estaba arriba, la dejó caer. «Allí se quedó, más ancho que largo, con sus gafas, su parche en el ojo, su puro en la boca y el culo al aire, a un millón de metros del agua. Tras oír el grito sofocado del público, fascinado ante tal espectáculo, Ford extendió los brazos y se lanzó a lo que estoy seguro que para él era el salto del ángel… Cayó como una piedra, moviendo compulsivamente los brazos y las piernas, hasta hundirse en el agua, miles de metros por debajo. El ruido del chapuzón fue tremendo y se produjo lo que a todos nos pareció una espera interminable». Pese a todo, Ford seguía con el puro en la boca.
El reparto tuvo que sobreponerse a todo tipo de contingencias. Les llegaban dobladas, pero no sabían ni por dónde, tan imprevisible como era el cineasta. «No sé lo que pasaba por su mente, pero sé que me golpeó. Ford comenzó a beber en el trabajo, ordenando a gente del equipo que hicieran cerveza helada en el set», recordó Fonda sobre el catártico rodaje de ‘Escala en Hawai’.
Directo al hospital
Ford, que oscilaba entre la afabilidad del beodo y la tiranía del hombre desesperado, no podía terminar bien, mucho menos en un filme en el que, no se sabe por qué, no parecía del todo centrado. Era un amable anfitrión en las fiestas en el Araner (su barco), pero cuando le tocaba rodar sobre el Reluctant, todo era un desastre. Terminaron ingresándole en el hospital, y el rodaje se detuvo durante unos días. Cuando se recuperó, volvió al trabajo, terminó de grabar los exteriores… y siguió bebiendo. Un día, ebrio, estropeó una escena, algo intolerable para un perfeccionista como él, y, en un momento de sobriedad o de inspiración, ofreció su renuncia a la Warner, que no quiso ni escuchar hablar del tema.
Lo más probable es que, pese a la negativa, en los despachos ya se estuvieran barajando otros nombres para ocupar la silla del director, que no parecía capacitado para terminar la película. Sea como fuere, su papel en ‘Escala en Hawai’ duró poco más. El 18 de octubre, su estómago se hinchó como un globo. Lo ingresaron en el hospital de nuevo y le extirparon la vesícula. Se contrató a Mervin LeRoy para que le sustituyera y, con la ayuda de Joshua Logan , lo hizo. Con todo, fue un gran éxito. Superó cualquier expectativa y recaudó diez millones de dólares, cuando solo había costado 2.300.000.
Ford y Fonda siguieron haciendo historia en el séptimo arte, pero cada uno por su cuenta. A pesar del éxito en taquilla de ‘Escala en Hawai’, el coste que tuvo para el cine fue mucho mayor que un puñado de dólares. Pocas sociedades habían funcionado tan bien como la de Henry Fonda y John Ford. «A Ford le gustaba su forma de caminar. Le encantaba seguirle. Hubiera sido capaz de mirarle recorrer una calle entera. Su forma de andar era única. En otras palabras, el estilo de Fonda armonizaba a la perfección con el estilo de Ford», aseguró Winston Miller, guionista, productor y actor.
A partir de ‘Escala en Hawai’, el vacío. Ni la distancia entre las Rocosas de Monument Valley era tan árida como la relación que Fonda y Ford tuvieron desde entonces. El cine, al que tanto le gustan los perdedores, probó el sabor de la derrota y nunca más volvió a reunirles.
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