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Festival de Cannes

Monica Bellucci, al volante de la gala inaugural, y Desplechin en patinete

«Los fantasmas de Ismael», engorrosa película de apertura, deja la sensación de que solo se puede mejorar

Monica Bellucci, a su llegada al festival de Cannes EFE

OTI R. MARCHANTE

El Festival de Cannes tuvo el acierto de inaugurar su setenta edición con una ceremonia de gran interés para la vista (la conductora de ese vehículo de alta gama que es la gala era Monica Bellucci) y con una película con muy poquito interés, la de Arnaud Desplechin “Los fantasmas de Ismael” , que dejó esa agradable sensación posterior de que, a partir de ella, sólo se podrá mejorar. Lo contrario (el ya no veremos nada mejor) hubiera sido desilusionante.

Durante la proyección de “Los fantasmas…”, la sensación fue completamente distinta, pues transcurre entre lo aburrido y lo pretencioso , con una historia ramificada en varias: la de un director de cine que escribe un guion, la de ese guion que se materializa en imágenes de una película dentro de ésta, la de ese director que vive un romance con una mujer y le vuelve, de repente, su esposa que había desaparecido hacía veinte años…

«Los fantasmas de Ismael» transcurre entre lo aburrido y lo pretencioso

Todo es de una intensidad que se ve amplificada por la presencia de Mathieu Amalric , ese actor siempre rodeado de ceniceros llenos, vasos de whisky vacíos y que transmite a la perfección la falta de higiene de sus personajes. Charlotte Gainsbourg y Marion Cotillard son las dos mujeres de su vida, la presente y la que se largó y ahora vuelve, no se sabe si como realidad o como fantasma… Desde luego, su personaje es absolutamente carnal y lo demuestra en alguna escena de desnudo que espanta por completo la idea de ectoplasma. No en cambio la de ectoplasta.

Afortunadamente para cualquier espectador cuerdo, lo que ocurre en la mente de Desplechin y en la de su personaje, ese director llamado Ismael, no consigue traspasar esa primera capa de interés que le hubiera llevado a implicarse visual y emocionalmente con la historia (hay dos o tres minutos que a punto están de lograrlo, cuando aparece la mujer desaparecida mucho tiempo atrás con ese gesto angelical de quien se ha ido a por tabaco), con lo cual, uno puede asistir a ella desimplicado y apreciarla en toda su inanidad, e incluso advertir en los derrapes de los personajes y la historia algún guiño de un absurdo sentido del humor.

Por lo demás, Almodóvar tomó posesión de su cargo en esa habitual reunión del jurado con la prensa, dejando instalada la pasarela por la que desfilarán las películas a competición. La de Desplechin era inaugural, pero no compite por la Palma de Oro . Otro acierto del septuagenario Cannes.

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