El valioso consejo que Kirk Douglas dio a un importante directivo de Hollywood

Nacido como Issur Danielovitch Demsky, vivió una infancia difícil en Amsterdam, una localidad industrial del norte del estado de Nueva York, con un padre alcohólico y problemático y entre el antisemitismo de la época. Su carácter le llevó a graduarse en la universidad -que se costeó trabajando como celador- y acabó por probar suerte como actor en Manhattan.

Apenas tuvo que hacer una prueba para recibir una beca de la Academia Americana de las Artes Dramáticas. Probablemente, no le hubiera hecho falta abrir la boca. Las facciones angulosas, una musculatura pronunciada, su mentón formidable -el más famoso de la historia de Hollywood-, rematado por un hoyuelo imposible, donde parecía que podía sujetarse un cigarrillo, le hubieran abierto cualquier puerta. Lo hicieron las de Broadway, pero el joven Izzy -ese era su mote- decidió alistarse en la Marina en la Segunda Guerra Mundial.

En su regreso, en las dos últimas décadas de la Edad de Oro de Hollywood, Kirk Douglas se convirtió en uno de los rostros más reconocidos del cine . Después de un breve paso por Broadway, los productores no tardaron en fijarse en él, y debutó en «El extraño amor de Martha Ivers» (1946), con un reparto lleno de estrellas, como Barbara Stanwyck.

Su ascenso al olimpo se produjo con «El ídolo de barro» (1949), producida por un joven Stanley Kramer, y en la que Douglas encontró un papel ideal -un boxeador ambicioso- que le permitió su primera nominación al Oscar al mejor actor. Obtendría otras dos nominaciones por «Cautivos del mal» (1952) y «El loco del pelo rojo», una espectacular interpretación de Vincent van Gogh en la que Kirk Douglas se metió tanto en el papel que le dio miedo incluso ver su interpretación de la película. La estatuilla se resistió, en una de las injusticias que a veces ocurren en Hollywood, que tuvo que resarcirle en 1996 con un Oscar honorífico.

En las décadas de 1950 y 1960, Douglas fue un actor prolífico, a veces firmando tres películas por año, y un pionero como productor. Como tal tomó una de las decisiones más valientes de su carrera: eligió a Dalton Trumbo, uno de los guionistas metidos en la lista negra en la era McCarthy por su supuesta asociación con el comunismo, para que escribiera uno de sus papeles más recordados, el de «Espartaco». No solo quiso trabajar con él -muchos de los boicoteados lo hacía por debajo de la mesa- sino que le incluyó en los créditos, lo que convirtió a Kirk Douglas en un héroe para las víctimas de la lista negra.

Pero el héroe de «El loco del pelo rojo» tiene su página negra en Hollywood, ya que fue acusado por Natalie Wood de violarla en el hotel Chateau Marmont durante una audición cuando ella contaba 16 años. Natalie quedó traumatizada por el asalto y necesitó años de terapia. Es famosa la frase de la actriz sobre aquel hecho. «Te endureces en este negocio, hasta que eres lo suficientemente importante para contratar gente que son duros por ti. Es entonces cuando puedes relajarte y ser una dama». En aquellos momentos, la primavera de 1954, Kirk era una de las estrellas más poderosas de Hollywood y, aunque nunca admitió el abuso, reconoció que durante esos años había sido un mujeriego y un alcohólico.

Kirk Douglas deja cuatro hijos -el reconocido actor, director y productor Michael, además de Joel, Peter y Eric, todos involucrados en el mundo del cine-, y una vida apasionante y enérgica que muchas veces recordó a sus personajes.