Jirí Menzel, el cineasta de la Nueva ola checa
El ganador del Oscar por «Trenes rigurosamente vigilados» ha fallecido a los 82 años
David Felipe Arranz
Memorable y elegantísimo cineasta checo, hombre de tablas escénicas y lector infatigable, Jirí Menzel ha sido uno de los grandes representantes de la Nueva ola checa (Nová Vlna). Hijo de uno de los ayudantes del realizador Jirí Trnka, se formó en la Escuela de Cine ... de Praga (FAMU), donde se diplomó con el cortometraje « El señor Foerster acaba de morir » (1962), escrito a partir de un cuento de Jindřiška Smetanová sobre la melancolía por la Europa arcádica, ya perdida, representada en los recuerdos de Provenza evocados por un anciano en Praga. Empezó como ayudante de Vérá Chytilová, de la que aprendió el oficio de filmar las delicadezas del amor. Su debut se alzó nada menos que con el Oscar a la Mejor película en habla no inglesa : «Trenes rigurosamente vigilados» (1966), impresionante documento basado en una novela de su gran amigo Bohumil Hrabal y que narra las peripecias de un jovencísimo ferroviario (Václav Neckár) que conjura los abusos de la ocupación nazi dedicándose en una estación de tren a los escarceos amorosos con su bellísima novia Mása (Jitka Bendová) y alguna que otra madura atractiva (Nada Urbánková).
Lo suyo fue la comedia satírica con tintes absurdos: a su ópera prima le siguieron « Crimen en el teatro» (1968), joya desconocida y divertidísima del gran guiñol cabaretero con investigación criminal inclusive, basada en una obra de Josef Skvorecky; « Un verano caprichoso» (1968), a partir de un relato de Vladislav Vancura sobre tres ociosos cuya plúmbea existencia se ve interrumpida por la llegada estival de Anna –Jana Preissová–, una bella y atractiva muchacha, pareja de un taumaturgo y funambulista –que interpreta el propio Menzel–; y la magistral tragicomedia « Alondras en el alambre » (1969), fábula sobre las purgas del Partido Comunista de Checoslovaquia en la década de 1948, escrita por Hrabal y censurada tras la invasión soviética del país en el verano de 1968, lo que obligó al exilio a compañeros suyos como Milos Forman . La película, de hecho, no se estrenó y distribuyó hasta 1990, cuando se alzó con el Oso de Oro del Festival de Cine de Berlín.
Tras un lustro dedicado a la escena y obligado por el régimen comunista a no filmar nada, Menzel regresó por fin a la gran pantalla en la década de los años setenta con « El buscador de oro» (1974), sobre el regreso al hogar de un soldado que se siente extraño en su propia tierra; «La casa en el principio del bosque» (1976), magnífico melodrama sobre la accidentada convivencia de una familia y un anciano en una casa rural, y «Los hombres de manivela» (1978), fascinante documento sobre la llegada del cinematógrafo a Praga, en el que Menzel hace de Menzel, junto al coguionista Oldrich Vlek, que también se reserva un papel.
Ya en la década siguiente filma «Tijeretazos» (1981), de nuevo una adaptación de los recuerdos de infancia de Bohumil Hrabal en Nymburk, que publicó con el título de Postřižiny, y en cuyo rodaje participaron como intérpretes los familiares del escritor, como su madre y su tío Pepin, a cuya capacidad de contar historias Hrabal debe su influencia literaria. De estos años también son fruto filmes extraordinarios, como «La fiesta de las campanillas verdes» (1984), sobre las rencillas disparatadas de los habitantes de un pueblecito a cuentas de un jabalí, según la novela de Hrabal, quien tenía una casa de campo en Kersko y se animó finalmente a hacer un cameo en la cinta; «Mi dulce pueblecito» (1985) –nominada a la Mejor película de habla no inglesa–, «Los fisgones de chocolate» (1985) –fallida coproducción detectivesca a la europea– y «El final de los buenos tiempos» (1989), a partir de otro relato de su admirado Vladislav Vancura y un delicioso paseo por la Checoslovaquia de 1918 y sus pícaros, como el «duque» Alexej Megalrogov, al que da vida el inolvidable Josef Abrhám. En esta línea nostáligica por los inicios del siglo XX destaca la filmación en 1991 de la adaptación que su amigo Václav Havel hizo de La ópera de los tres peniques, la mítica pieza que John Gay escribió en 1728.
Ya en plena década de los años noventa, Menzel se lanza a las coproducciones: «Vida e insólitas aventuras del soldado Iván Chomkin» (1994), comedia bélica que adapta la novela homónima de Vladimir Vojnovich sobre un oficial sometido a situaciones verdaderamente kafkianas en el transcurso de la custodia de un avión del Ejército Rojo al inicio de la II Guerra Mundial. Participó con el corto «One Moment» del interesante aunque irregular largometraje acerca del paso del tiempo filmado por ocho maestros: «Ten Minutes Older: The Cello» (2002), en el que compartió créditos con Bertolucci, Claire Denis, Jean-Luc Godard, István Szabó o Volker Schlöndorff. Con «Yo serví al rey de Inglaterra» (2006), otra adaptación de una novela de Hrabal, Menzel demostró que estaba en plena forma y que sabía filmar como pocos las desdichas de hombres sin importancia, provincianos torpes y aldeanos ansiosos que eligen atajos para medrar y alcanzar una ansiada riqueza que nunca llega.
Su última película, «The Don juans» (2013), comedieta mozartiana sobre las correrías y andanzas sentimentales de un jovenzuelo que dirige el Don Giovanni sin perder comba amorosa entre las sopranos, puso punto y final a una trayectoria ejemplar, reflejo festivo y satírico de una Europa del Este que fue de todo menos divertida. Menzel se defendió de los rigores políticos de su tiempo con su única arma: la genialidad.
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