Godard y el fin de la 'Nouvelle Vague': el genio que vivió rodeado de polémica
Convertido en referente, sus malas formas se convirtieron en un sello tan reconocible como su estilo tras las cámaras
«Godard, el primero y el último», por Oti Marchante
«Viva Godard», por Rodrigo Cortés
Muere Jean-Luc Godard
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónCuando Agnès Varda , la única directora de la 'nouvelle vague', tenía 87 años fue a visitar a Jean-Luc Godar d a su casa de Suiza. Ella estaba rodando el que parecía ser su último trabajo, con la muerte acechando en el horizonte (le ... llegaría dos años después), y quería cerrar la película con un reencuentro con el que fue su compañero de ideas medio siglo antes. Pero cuando llegó al umbral, y después de varios intentos, Godard se negó a recibirla. Agnès Varda quedó sumida en un pozo de lágrimas y él consolidó un poco más su imagen de gruñón sin corazón. Pese a todo, Varda no le guardó rencor: « Godard y yo somos los dinosaurios que quedan de la 'nouvelle vague'. Eso sí, muy distintos de carácter», dijo en estas páginas al hilo del incidente.
Y es que Godard siempre ha gustado de hacer de los titulares de prensa un manifiesto más allá del cine. Un director con visión política que desde sus inicios hizo del medio el mensaje, y viceversa. Inolvidable e histórico el lío que provocó en el festival de Cannes del mayo del 68, con los jóvenes en las calles mientras los políticos se hacían fotos con las estrellas en la alfombra roja... Salvo Godard y su compañero de correrías, Truffaut, que lideraron un movimiento entre los cineastas –Francia se sumía en una huelga general masiva– que estalló cuando se colgaron del telón para lograr por fin detener el festival. Lo hicieron, casualidad, antes de la proyección de 'Peppermint frappé', de Carlos Saura , en un caos de golpes, gritos y disputas que ni el mejor director podría haber captado en todo su esplendor.
Lo contó con algo de gracia y mucha mala leche el director Michel Hazanavicius ('The artist') en 'Mal genio', donde dibujó la caricatura que el propio Godard había permitido a sus «enemigos». Un ser caprichoso, una figura atormentada, un cliché de genio incomprendido al que la genté terminó por dejar de intentar comprender. Como cuando en su última aparición -vía FaceTime- en Cannes parecía más un meme que un mito.
Fue precisamente en aquel certamen de 2018, con la furia del mayo francés apagada en lemas impresos en bolsas de tela fabricadas en Camboya, cuando Godard firmó su penúltima polémica. El cineasta no apareció por La Croisette para presentar su filme 'Le livre d'image' , un artificio sin narrativa que recorría la historia de la imagen.
En la rueda de prensa su agente estuvo 45 minutos sujetando el móvil para que los periodistas se acercaran uno por uno a lanzarle sus preguntas. Algunas veces respondía un escueto «sí» y otras lanzaba una disertación sobre el cine difícilmente comprensible («el cine es x+3=1», espetó como en una fórmula dictada por Einstein).
A España ese encuentro llegó a la prensa generalista por una respuesta sobre Cataluña: « Creo que el cine tal y como yo lo concibo es como una pequeña Cataluña que tiene problemas para existir », dijo por entonces, cuando sumaba 87 primaveras llenas de provocaciones dentro y fuera de las salas. Godard contestaba así a una pregunta sobre la frase «Homenaje a Cataluña» que aparecía en el filme, una sucesión de imágenes que evocan al mundo árabe y la guerra. Precisó que se trataba de una alusión a la obra de George Orwell y a la vez a los hechos que mientras montaba el filme se produjeron en Cataluña, según recogió la agencia francesa Afp.
En aquel momento Godard volvía a estar cruzado con el festival que mejor lo trató. De sus siete selecciones para la Sección oficial, se escapó de las tres últimas (2010, 2014 y 2018). Y eso que lo llevaron con tres filmes experimentales cuyo principal valor para la crítica que lo aplaudió era la firma que aparecía en los créditos. Porque en cada entrevista que dio en este tiempo se dedicó a proclamar el fin del cine . A matar a la narrativa a golpe de concatenaciones de imágenes que para algunos encajaban más en una galería de videoarte que en un festival de cine «convencional».
Godard ya no podrá volver a proclamar la muerte del cine, pero su adiós -enterrado y aplaudido como el mito renocador que fue- sí que pone fin al último dinosaurio de la 'nouvelle vague', aunque en realidad su influencia llevaba años lejos de estar presente en un arte del que denunció su deriva a industria.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete