Garci: «Desde niño tenía dos sueños, el Oscar y el Cavia»

El director, que consiguió el Oscar con «Volver a empezar», se hace ahora con el Premio Mariano de Cavia por su Tercera «Hollywood Gil», un homenaje al director de arte Gil Parrondo

El director español ha sido galardonado con el Premio Mariano de Cavia Maya Balanya

«¿Sabes quién me ha conseguido este Cavia?», me pregunta Garci con la absoluta certeza de que no tengo ni la menor idea. «Pues este premio es cosa de Gil Parrondo desde allí arriba, seguro, que le hacía tanta ilusión como a mí esto de ... ganar el Cavia». Se refiere a que el artículo premiado, « Hollywood Gil », fue la última creación y «ambientación» que Gil Parrondo construyó para gloria de Garci: la muerte del más grande director de arte del cine español y la promesa (el compromiso) que un par de semanas antes, y de modo indirecto, había aceptado su director y amigo durante tantas películas. «Me gustaría –le había dicho Parrondo a su hija- que, llegado el momento, Garci escriba unas líneas en el ABC». El 24 del último diciembre llegó «el momento», y Garci cumplió aturdido y desalentado el compromiso de travestir su pena en un magnífico, coloreado y elegantísimo obituario que se publicó en la Tercera de ABC.

Para describir el sentimiento de José Luis Garci al ganar el Mariano de Cavia , consigue convertir la tonta pregunta (¿qué se siente?) en una maravillosa respuesta:

—Yo tenía dos grandes ilusiones, o más que ilusiones, sueños, de esos que se tienen de chiquillo enamorado del cine y la literatura: ganar un Oscar y ganar el Cavia, y mira tú por donde hoy es el día en el que he conseguido todo lo que soñaba de niño . Y por eso puedo decir que reniego en este momento del dicho ese de que no hay dos sin tres; me quiero quedar en dos. Mi Oscar y mi Cavia, que para mí, mi recuerdo, tal y como yo lo veía y vivía desde niño, era mucho más que el Pulitzer.

Y ante la cuestión, también banal, de circunstancias, de si realmente lo esperaba, Garci vuelve a convertir en algo sumamente especial su respuesta:

«Yo creo de verdad que tener suerte es más importante que tener talento»

—Sinceramente, este año me ha cogido un poco por sorpresa, aunque tengo la sospecha de que lo había rozado en otras ocasiones y con otros artículos. Supongo que las circunstancias, el hecho de que estuviera dedicado a alguien tan maravilloso como Gil Parrondo y una dosis de fortuna es lo que me ha permitido ganarlo. Porque yo creo de verdad que tener suerte es más importante que tener talento.

Siempre que habla Garci de algo, le gusta revestir sus ideas con ejemplos luminosos, y esa de la suerte y el talento la explica con numerosos ejemplos de fútbol en los que no entraremos en detalles porque es muy conocida su devoción atlética. También tiene ejemplos para ilustrar lo honrado que se siente por ganar este premio:

Para mí es algo indescriptible el reunirme a esa lista de ganadores en la que hay grandísimos amigos míos , como Martín Ferrán, Campmany, Manuel Alcántara, Francisco Umbral…, y que además considero los más grandes articulistas y escritores que han existido, gente que admiro de verdad. Ya cuando estaba con ellos, me trataban como a un «colega» y me siento muy orgulloso hoy de recoger aunque solo sea una hoja de esos laureles. Además, también me siento orgulloso de ser el primer Oscar que gana un Cavia, que lo habían ganado escritores ilustrísimos, incluso Premios Nobel, pero aún no había ningún ganador del Oscar en su lista.

Como escritor, como articulista, José Luis Garci solo escribe de lo que le gusta , o más certero aún, sobre lo que le apasiona (el cine, el boxeo, el fútbol, las ciudades, las personas…), y tal voluntad lo convierte en un escritor necesario, terapéutico, feliz y premiable. No se suele parar Garci a escribir contra nada ni contra nadie, lo cual hace que sus escritos transmitan un aroma y una ilusión casi infantil por lo que son sus cosas importantes. Si escribe sobre una película, te inocula la urgencia de ir a verla; si escribe de un libro, una bebida, un personaje…, la urgencia es leer, beber, conocer… Y esa cualidad de escritor que cultiva la curiosidad y el entusiasmo como si el mundo fuera un lugar soleado, fructifica incluso en artículos que, como el premiado, estén esculpidos a punta de cortafrío y congoja.

Y no hace falta pedirle ejemplos de su luminosidad y alegría al escribir, porque nos sirve a la perfección el arranque del artículo premiado, entre garciano y garciamarquiano:

«La última vez que vi a Gil, en su casa, hace un par de semanas, y tras pasarnos un rato hablando, como siempre, de películas y goles, en su acogedor salón lleno de libros y de premios -dos Oscar y cuatro Goyas, entre otros muchos, muchos trofeos-, me dijo que escuchaba muy mal por el oído derecho, y que, como apenas veía, era Gabi, su mujer, quien le ponía al día leyéndole “su” ABC después de desayunar».

Ni tampoco ejemplos del talento, o la suerte, que se necesita para convertir un obituario en un lugar fresco, amistoso y digo de quedarse un rato para pasar el mal trago, tal y como deja escrito en el final de su artículo:

«Es curioso, pero la Nochebuena pasada, anocheciendo, me llamó Gil a Guadalmina, Málaga, desde donde ahora emborrono -nunca mejor dicho- estas palabras, y ahí me di cuenta, por primera vez, de que la cosa no marchaba bien. “Los gin tonics y los dry martinis, ¿sabes?, no me dan más”, se sonrió, y luego dijo: “Jose, si ves a Manolo [Alcántara], dale un abrazo”. Sus gin tonics eran siempre de Larios y sin hielo. Con que la tónica estuviera fría, bastaba. (Si tengo coraje, dentro de un rato me voy a tomar un martini, aunque, esta vez, no será a tu salud, Gil, si no que brindaré por tu alegre recuerdo)».

José Luis Garci ganó su Oscar con « Volver a empezar » a los 39 años, lo cual, dice, «me ha permitido disfrutarlo durante la mitad de mi vida». Ahora, el Cavia le llega a otra edad, y su proverbial optimismo le anima a decir que, como lo disfrutará durante menos tiempo, tratará de hacerlo con mayores dosis de alegría, para compensar. Cualquiera que conozca al escritor y al cineasta sabrá que conserva la misma ilusión, jovialidad y empuje que si tuviera veinte años, y tal vez por eso se permite bromas con las puñetas de la edad: « Lo peor de envejecer es el tener que agacharte »… Y uno sospecha que esa frase solo va con segundas, y que él si no se agacha es por principios, no por achaques, y que acudirá a recoger su premio a la Noche de los Cavia con aquella chaqueta blanca y la pajarita negra con la que trincó su Oscar.

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