Fernando León de Aranoa: «Cada película es un pacto, una historia de amor con el espectador»

Con la cifra récord de veinte nominaciones, incluida una por efectos especiales a pesar de la ausencia de pirotecnia, la cinta protagonizada por Javier Bardem es la rival a batir en los Goya del sábado. Hasta entonces, la emoción contenida, por si otro se adelanta y le quita el título de patrón del cine español. «Ser tan favorito nunca es bueno porque luego las cosas no salen», asegura.

-A unos les persigue el lobo, a usted el ámbito laboral y Javier Bardem. Primero en ‘Los lunes al sol’; ahora en su reverso, ‘El buen patrón’.

-Ha sido especial volver a encontrarme con Javier en una película que tiene que ver con aquella, que supone esa especie de reverso o también de regreso a la temática del mundo laboral desde un ángulo muy distinto, contando el deterioro de ese paisaje del empleo en estos 20 años. Me parecía interesante volver al tema desde otro sitio.

-Se acaba de aprobar la reforma laboral. Han pasado casi 20 años, pero las cosas no están mejor que entonces.

-Por desgracia, siempre está de actualidad. La idea inicial surgió hace casi 10 o 12 años, durante la crisis. En estos años, como consecuencia de esta, suceden dos reformas laborales sucesivas que yo siento como un deterioro de del empleo y de los derechos laborales y van alimentando la intención de la película, ese sentir de que cada vez hay más desprotección y más despersonalización en las relaciones laborales.

-Con 20 nominaciones a los Goya, ¿son más fuertes los nervios por la victoria o el temor a perder estando tan cerca?

-Son dos emociones contrarias, pero las dos están a mano. Yendo con tantas nominaciones puedes pensar que a la película le va a ir bien porque ha sido bien recibida. Es algo que notamos, que sentimos. Igual que en las salas, con el público. Pero la emoción contraria está llamando también. Ser tan favorito nunca es bueno porque luego las cosas no salen. Ha pasado mil veces antes y te deja un mal sabor de boca. Pero para mí ya es difícil que eso pase porque la película nos ha dado muchísimos regalos, incluidas las 20 nominaciones.

-Y el favor del público, algo que escasea después de la pandemia. ¿Hay miedo a la sala vacía?

-Claro, absolutamente. Lo que pasa es que yo creo que eso tiene que ver con cada película. Cada película es un pacto, una historia de amor con el espectador que tienes que pelear, que cultivar. Como en la vida, tienes que ir a su encuentro. Las películas no pueden ser pasivas, tienes que luchar por esa relación con el espectador y creo que eso se hace película a película. No creo que uno pierda el favor como director. Cada película es un pacto que tienes que renovar con el espectador. A veces sale mejor, a veces sale peor. La siguiente que yo haga... (ríe) buscaré lo mismo: encontrarme otra vez con él para intentar retomar esa historia.

-¿Y en ese horizonte el cine se ve en pantalla grande o en casa?

-Quiero pensar que hay esperanza para las salas. Está difícil, la pandemia ha hecho mucho daño y ahora se consume mucho más a través de las plataformas, pero es una experiencia distinta ver una película en una sala: te concentras, te llega más adentro. Se produce esa comunicación entre la pantalla y la sala y esa devolución de la sala hacia la pantalla es fantástica; en casa no pasa. Sigue habiendo sitio para el cine en salas. Desde luego, mi intención es seguir haciéndolo así.