'Dune', la obra que anticipó la yihad
La Mostra de Venecia recibió ayer la esperada versión de ‘Dune’ rodada por Denis Villeneuve. Basada en la saga de Frank Herbert, el mundo actual permite nuevas lecturas
Miguel Ángel Delgado
La ciencia ficción clásica vuelve a tener cosas que decir. Lo demuestra no solo el inminente y esperadísimo estreno de la adaptación de una parte de la esencial obra de Frank Herbert , ‘Dune’ (1965), sino también el próximo en Apple TV ... de la también largamente esperada versión en formato serie de la no menos icónica ‘Fundación’, de Isaac Asimov (1951). Estas obras, un tanto obviadas por la evolución posmoderna del género a partir de los setenta, tuvieron la capacidad de penetrar en temas que cobran nuevos significados según son leídas a la luz de las distintas épocas (lo que, al fin y al cabo, es una de las características esenciales del arte).
En el caso de ‘Dune’ , y a pesar de los retrasos acumulados por un proyecto que puede marcar un hito en la historia del cine o irse por el sumidero de las decepciones (como ya le sucediera a la fallida adaptación dirigida por David Lynch en 1984), parecería que la realidad de nuestro mundo, en pleno siglo XXI, estuviera en gran parte descrita en sus páginas.
En el libro, Dune es uno de los nombres con los que se conoce a Arrakis , un planeta en la periferia del Imperio Galáctico , en un lejanísimo futuro, y en el que la vida es casi imposible. Herbert dedicó seis largos años, gracias a que su mujer se erigió en único sostén económico para que él pudiera volcarse de lleno a su escritura, a crearlo a partir de un artículo de encargo sobre una zona de dunas que nunca terminó, pero sí que le llevó a imaginar ese mundo más allá de las estrellas, y que parece hablarnos de lo que nos está viniendo.
Arrakis es puro desierto, habitado apenas por un pueblo indígena, los 'fremen', en comunión completa con él y sobre todo con unas criaturas, unos gigantescos gusanos de arena, que producen la especia conocida como 'melange', una droga potentísima que permite a los pilotos espaciales doblar el espacio-tiempo y, por tanto, los viajes interestelares . Así que ese mundo prácticamente yermo es la pieza más codiciada de todo el universo conocido, y su control es ambicionado por todas las casas nobles del imperio.
Lecturas geopolíticas
Las lecturas geopolíticas que pueden hacerse de este escenario, más con los recientes acontecimientos en Oriente Medio , son evidentes y estuvieron presentes desde la primera publicación de la obra. Pero es en el componente ecológico , el cómo la climatología extrema llega a provocar profundos cambios sociopolíticos, donde es posible encontrar significados aún más actuales. El avance de la desertificación en el mundo nos está enfrentando a temas que llenan las páginas del libro: desde cómo el agua se convierte en el bien último y causa de conflictos por su posesión (todo el líquido que contiene el cuerpo de los 'fremen' al morir es extraído y repartido entre los miembros de la comunidad, y derramar una lágrima por alguien es la máxima expresión de reconocimiento que se puede hacer, algo extraordinario), hasta cómo todo debe ser reciclado, y nada desperdiciado.
Aunque quizá la lectura más inquietante es la que muestra a Dune como el planeta al que llegará un líder guerrero y espiritual, el joven Paul Atreides al que da vida Timothée Chalamet , que terminará poniéndose al frente de una yihad (significativamente, en la versión cinematográfica ha desaparecido cualquier alusión a esta palabra) político-religiosa que extenderá a sangre y fuego la religión 'fremen ' por todo el universo. Una religión que descansa en la pureza extrema y el ascetismo, única vía para acabar con la decadencia y la corrupción de la sociedad imperial, donde los abusos y las intrigas de poder hace tiempo que dejaron de lado las verdaderas preocupaciones de las clases populares .
Herbert encontró inspiración para esta visión en la historia de la Edad Media europea y lo que supuso la irrupción islámica desde un territorio no menos desértico que Arrakis , pero es en esta lectura de cómo unas condiciones climáticas extremas pueden tener consecuencias profundas donde cobra nueva vigencia. Dune , o al menos el libro, pone sobre la mesa cómo, enfrentados a unos recursos cada vez más escasos, solo un ascetismo extremo puede ofrecer una solución. Pero, a la vez, también cómo tras ese ascetismo acecha el germen de los radicalismos .
Dominación
Al principio del libro, la casa de los Atreides, originaria de un planeta lleno de agua, grandes cascadas y un verdor infinito, desembarca con todo su esplendor en esa roca en la que, nada más llegar, ofenden a sus habitantes al plantar árboles en el jardín del palacio, lo que es considerado como un desperdicio extremo. Como sucede continuamente con tantas potencias que nunca llegaron a entender a los pueblos que anexionan (ahora mismo, en Afganistán ), los Atreides, como los Harkonnen y hasta el mismo emperador, nunca acaban de entender a los 'fremen' y por eso, unos tras otros, todos sucumbirán al intentar dominarles.
A lo largo de la saga de Herbert (que se volvió casi interminable, incluso tras la muerte de su autor, y nunca volvió a alcanzar el nivel del primer libro), vemos en cierta forma cómo Dune va extendiéndose por todo el universo, junto con una hoguera en la que arde todo lo que hubo hasta entonces. En un momento en el que la desertificación avanza a pasos agigantados y se dan los primeros pasos hacia conflictos armados por el agua , resulta francamente difícil volver a sus páginas sin sentirse constantemente interpelado.
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