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Debbie Reynolds: Postal un paso más allá del filo

«El gesto de Debbie Reynolds de morirse sólo unas horas después que su hija es, por supuesto, conmovedor, pero también de una rotundidad eterna, a la altura de lo mejor de Hollywood»

Oti Rodríguez Marchante

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Meryl Streep y Shirley MacLaine interpretaron a Carrie Fisher , la princesa, y a su reina madre, Debbie Reynolds , en «Postales desde el filo», una película dirigida por Mike Nichols , con guión de la propia Carrie Fisher y basada en su libro autobiográfico, que era algo así como un cantándolo todo bajo la tormenta de una relación empapada de infelicidad y alcohol entre madre e hija . No es difícil pensar ahora que Debbie Reynolds le ha escrito otra postal a su hija recién fallecida, pero no desde el filo, sino desde un paso más allá. En un mundo tan fatuo y sujetado básicamente por «perdibles», el gesto de Debbie Reynolds de morirse sólo unas horas después que su hija es, por supuesto, conmovedor, pero también de una rotundidad eterna, a la altura de lo mejor de Hollywood.

A este último capítulo de su vida y obra, habría que sumarle otros tres que dan qué pensar, el más rocambolesco es que reconstruyera su amistad con Liz Taylor años después de que ésta le arrebatara el marido, Eddie Fisher , y trabajaran juntas en un telefilme («These old broads») escrito por su hija.

El más sorprendente es que fuera ella, con tanto sello trágico cosido a su destino, quien protagonizara la que es la película más feliz de la historia del cine, « Cantando bajo la lluvia », la mayor concentración de vitalismo, alegría y ventura entre las cuatro paredes de una pantalla. Y se merecería un panegírico exclusivo la sonrisa de Debbie Reynolds. Y la tercera y más oportuna es que encarnara a Molly Brown , una mujer siempre a flote, superviviente de inundaciones y capaz de darle varias vueltas a su destino, detalles que no le eran ajenos y que a punto estuvieron de ponerle un Oscar en la mano , pero lo trincó con el mango de su paraguas Mary Poppins.

Casi nadie se muere cuando quiere, ni siquiera Debbie Reynolds, que probablemente hubiera querido morirse un par de días antes.

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