El cajón de sastre de Berlanga no tiene fondo
La Filmoteca Española estrena, a partir de material inédito del cineasta valenciano, cuatro cortos reinterpretados por jóvenes autores. Además, se publica ‘¡Viva Rusia!’, el guion que dejó sin rodar con el elenco de ‘La escopeta nacional’ y que se hubiera convertido en la cuarta parte de la saga 'Nacional'
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Iniciar sesiónLas secuencias rebosantes de personajes, caóticas pero calculadas al milímetro, con las que Luis García Berlanga (Valencia, 1921 - Madrid, 2010) llenó su cine no eran más que el reflejo de su cabeza: un cajón de sastre del que él extraía con precisión lo que ... parecía que estaba perdido. Ese caos, unido a su gusto por la procrastinación y el no tomar decisiones hasta el momento final, precipitó su legendario distanciamiento con el guionista y viejo amigo Rafael Azcona. Pero aquella forma de ser y actuar también ayudó para que ahora, más de diez años después de su muerte, sigan apareciendo materiales inéditos y obras que quedaron a la espera de un ‘sí’ que nunca terminaría de concretarse.
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Uno de los proyectos que no se materializó fue la cuarta parte de lo que hasta ahora se conocía como la ‘ Trilogía nacional ’: ‘La escopeta nacional’ (1978), ‘Patrimonio nacional’ (1981) y ‘Nacional III’ (1982) . Cargadas de acidez, ironía y la mala leche habitual que exhibían Berlanga y Azcona , funcionaron como un retrato casi perfecto del final del Franquismo y la Transición. En su cuarta parte le hubiera tocado a los años del ‘Felipismo’, pero la película no se pudo hacer y Berlanga, antes de su muerte, guardó el libreto en secreto en una de las Cajas de las Letras del Instituto Cervantes. Por el centenario de su nacimiento, el pasado mes de junio, y tal y como dejó escrito, se recuperó el guion que ahora se publica con el título de ‘¡Viva Rusia!’ (Editorial Pepitas).
Un estudiante de cine
Más atrás en el tiempo hay que viajar para encontrar a un joven Berlanga pegado al que por entonces era su inseparable compañero, Juan Antonio Bardem, con el que estudió y filmó en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC), la primera escuela de cine en España. Era su segundo año en el curso de Dirección, en 1949, y ahí estaban dos jóvenes pero curtidos por la vida (Berlanga pasó de luchar en la quinta del Biberón en la Guerra Civil a irse de ‘voluntario’ con la División Azul ) tratando de aprender un oficio que en realidad tenían ya bajo la piel. Como parte de una práctica, rodaron material para un cortometraje sin sonido junto con Florentino Soria y Agustín Navarro. Se titulaba ‘Paseo por una guerra antigua’ y es una de las joyas para los historiadores del cine español por el valor de los nombres que la perpetraron (solo dos años después, Bardem y Berlanga ya estrenaron ‘Esa pareja feliz’), que sin embargo nadie ha visto. Se perdió. Pero, contradicciones y casualidades de la vida, se conservan los restos desechados del montaje, los principios y finales de los planos utilizados y las colas, tanto del negativo como del copión. Unos 13 minutos de material inédito sobre el que la Filmoteca ha encargado a cuatro directores trabajar para hacer otros tantos cortos nuevos, que este miercoles se estrenan en el Cine Doré (20.30 horas).
«Saber que estaba trabajando con material de Berlanga, de primeras, me impactó», explica al teléfono Nuria Giménez Lorang , que ha titulado su pieza ‘Berlinilla’. Por suerte, apunta, le tranquilizó saber que lo que tenía entre manos eran los descartes de uno de los primeros negativos usados por Berlanga y Bardem. «La distancia temporal también ayuda, ¿eh?», remata entre una carcajada. «Intenté que el material tuviera un lugar primordial, mostrarlo, y luego buscar la manera de leer todo lo que le pasó al protagonista, Agustín Lamas», despieza.
A Nuria Giménez le acompañan en esta reinterpretación del celuloide inédito los directores Carolina Astudillo, Elías León Siminiani y Fernando Franco . Se trata, en palabras del director de Filmoteca Española, Josetxo Cerdán, de poner a dialogar a dos generaciones y subrayar así la vigencia del trabajo de dos figuras tan destacadas como fueron Bardem y Berlanga.
Y vaya si lo hacen. En el material inédito original se ve cómo el actor contratado en 1949, Agustín Lamas, pasea por los restos de la Ciudad Universitaria, todavía con las huellas visibles de la Guerra Civil, que tuvo allí uno de sus más cruentos enfrentamientos. Fernando Franco mezcla esas imágenes con un paseo virtual de Google Maps por los mismos parajes. Y, entre tanto, en la pantalla salta la alerta de un mensaje de Uber, que le lleva la comida a casa. «Durante la guerra, los fuertes esclavizan a los débiles. Durante la paz, los ricos esclavizan a los pobres», concluye la pieza del cineasta sevillano. En la de Carolina Astudillo es una frase de Walter Benjamin la que da pie a todo: «Bien le gustaría detenerse, despertar a los muertos y recomponer el pasado». Mientras que Nuria Giménez juega con la falsa realidad (o la verosímil ficción) como ya hiciera en su primera película, ‘My Mexican Bretzel’, para imaginar que ese hombre que recorre los edificios derruidos por el fuego de mortero no es un veterano de guerra, como hace creer a los directores, sino un deportista que perdió la pierna en un partido de rugby en el mismo terreno de juego de la Ciudad Universitaria (que era, además, la verdadera causa por la que Agustín Lamas había perdido la pierna). «De nada sirve tratar nuestra historia como un museo de cera donde aquello que tuvo vida en un momento hoy se nos muestra como algo embalsamado», afirma Cerdán.
Un proyecto fallido
Otro salto en el tiempo. Esta vez a los años 90: cuatro décadas después de aquellas prácticas en el IIEC, la distancia ideológica y cinematográfica de Bardem y Berlanga es insalvable. Cada uno por su cuenta, tratan de seguir acercándose a un público que ya no les mira con la devoción de antes.
En esas, el productor Andrés Vicente Gómez convence a Berlanga de recuperar la taquillera saga de los Leguineche, hilo conductor de todos los ‘Nacionales’. Habían pasado ocho años desde la última entrega y no todos estaban muy convencidos, pero finalmente el director dio el visto bueno, que de la mano de Azcona apostó por dar más protagonismo al marqués que interpretaba con maestría Luis Escobar. Pero la muerte del actor, en 1991, cambió los planes. Azcona se alejó de la reescritura (venían envenenados del rodaje de ‘Moros y cristianos’, de 1987), y el cineasta Jorge Berlanga se apuntó para ayudar al padre, que cambiaron la trama para centrarse en la llegada a España de los ‘verdaderos’ herederos al trono de Rusia, parientes de los Leguineche (por vía sanguínea y de cartera). Después se unió Manuel Hidalgo para pulir el texto, y que ahora firma el prólogo de este ‘¡Viva Rusia!’ que primero iba a llamarse ‘Nacional IV’, después bordeó la posibilidad de titularse ‘El rey de Rusia’ y que terminó con un efusivo ‘¡Viva Rusia!’. Porque Berlanga era berlanguiano hasta para eso. Y aunque nadie podrá ver en pantalla las escenas, el libreto es tan vivido que en cada línea de diálogo se dibujan las caras de López Vázquez, Luis Ciges, Chus Lampreave...
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