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El Monument Valley en un ataud

«Buried», dirigida por Rodrigo Cortés, fascina en San Sebastián

EFE

OTI R. MARCHANTE

Por fin se dejaba ver “Buried” (“Enterrado”), la película que ha dirigido el gallego Rodrigo Cortés y que ha dejado perplejo a todo el mundo en los festivales que ha estado, de Sundance a Toronto o Deauville. La sinopsis cabe en una línea y destroza las expectativas de cualquier ser inteligente: un tío en un ataúd bajo tierra durante la hora y media que dura; el personaje, la cámara y los ojos del espectador, eso es todo. ¿Qué puede esperar de eso alguien sensato?

Una película que empieza donde acaban otras y que ocurre donde ya nada ocurre. En fin…, se abre el telón con una pantalla en negro…, es el interior del ataúd… hora y media después, se sale de allí con la camisa empapada de sudor, mucho más vivo y con la sensación de que el talento tiene mucho más valor que una isla en el Egeo… Quiero decir, Rodrigo Cortés no tendrá una isla en el Egeo, pero tiene tanto talento que se podrían edificar varios hoteles y campos de golf en él.

El actor, el único, y más concretamente su jeta (es Ryan Reynolds, marido de Scarlett Johansson), es absolutamente todo lo que tiene la cámara delante, con dos o tres encuadres, la oscuridad o la luz que da un mechero o un móvil… La intriga, la emoción, la produce una cuenta atrás a ritmo del aire que se va y de los esfuerzos del hombre por “ganarse” una salida.

De sus movimientos y palabras con el teléfono móvil se le ofrece al espectador la posibilidad de ir arañando la trama, el argumento. Lo demás es encierro, agonía, voluntad de supervivencia y un análisis realmente ácido, amargo, burlón y tal vez exagerado (en la forma, más que en el fondo) de asuntos como la guerra de Irak, los civiles voluntarios, las empresas en crisis y la sociedad americana, o tal vez occidental. Aunque parezca un milagro, entre la desesperación y la claustrofobia aún encuentra la película el modo de echarle a su público las raspaduras de unos chistes sobre el tablero despoblado de la pantalla.

Y si Rodrigo Cortés ha podido hacer una película tan abierta y panorámica dentro de un ataúd, lo próximo igual podría ser un western en el interior de una diligencia.

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