Dentro del rodaje de 'Carta blanca': demasiado buen rollo para estar rodando a cuarenta grados
La película de Gerardo Herrero utiliza el Desierto de Tabernas para ilustrar parte de la tragedia personal de un soldado en la Guerra del Rif
Carmen Burné
«Hace fresquito aquí, ¿eh?», me dice Iván Pellicer en medio del desierto de Tabernas. Probablemente estuviésemos rozando los cuarenta grados y las únicas sombras que había eran las de las sombrillas del equipo de producción. En el Desierto de Tabernas es ... difícil orientarse si no hay senderos marcados por las ruedas de los coches o unas carpas blancas de rodaje, lo único que se distingue con claridad es el suelo de arenisca, el margal, las chumberas, el paisaje de 'badlands' y un inmenso recorrido cinematográfico. De Steven Spielberg a Sergio Leone, pasando por Clint Eastwood, Sean Connery, Harrison Ford, Arnold Schwarzenegger y muchas otras celebridades, todos han encontrado en Almería un escenario único para sus películas. Ahora es Gerardo Herrero quien se entrega a esta tierra para rodar 'Carta blanca', un filme guionizado por el escritor y dramaturgo Daniel Corpas Hansen que revive la Guerra del Rif, un episodio de nuestra historia apenas explorado en el cine.
La película apenas concede dos jornadas de interiores. Lo demás -batallas, huidas, silencios- se cuenta en exterior. Si en la primera hora del recorrido ya me estaba arrepintiendo de no haber traído gorra, no quise ni imaginar lo que estarían pensando los actores interpretando a soldados españoles bajo ese sol abrasador. «Hemos rodado secuencias que requerían mucho compromiso físico: carreras, acción… Con este calor y este polvo han sido bastante duros. El calor termina robándote toda la poca energía que queda», dice Víctor Clavijo, uno de los protagonistas del filme, que, tras decir eso, sonríe: «Pero está yendo muy bien, ¿eh? Nos estamos yendo prontito».
Iván Pellicer, Víctor Clavijo y Salva Reina encabezan esta historia centrada en Juan Faura (Pellicer), un joven que se alista en la Legión para participar en la Guerra de Marruecos. Pronto se ve atrapado en la espiral de venganza del sargento Antonio Bermejo (Víctor Clavijo), cuyo hermano ha sido torturado y asesinado durante el Desastre de Annual. Consumido por la ira, Bermejo arrastra a su pelotón a una misión suicida contra un poblado bereber, un viaje que desemboca en violencia desatada, locura y muerte.
La tensión, sin embargo, queda solo en la ficción. Fuera de cámara, el elenco se lleva de maravilla, y esa complicidad se nota en cada escena. Para Víctor Clavijo, parte de esa esa complicidad se debe a una instrucción militar previa al rodaje: «Nos entrenó un legionario, Romero, que nos transmitió el espíritu de la Legión. Fue clave no solo para saber disparar o moverse, sino para cohesionarnos como grupo y llevar la disciplina al personaje». Este entrenamiento es solo uno de los muchos detalles que Gerardo Herrero ha cuidado al milímetro; la atención a lo mínimo se percibe en cada escena.
Al tratarse de un rodaje casi íntegramente en exteriores, la producción dispone de pocas localizaciones específicas, pero cada una de ellas brillaba con una intensidad propia. «Nadie hacía las carpas del campamento militar como queríamos», explica el equipo de producción. «Tuvimos que viajar hasta Marruecos y buscar artesanos particulares que las confeccionaran a nuestro gusto». Además, cada carpa tarda en montarse aproximadamente una hora… sumado al calor del desierto. El esfuerzo, de todas formas, valió la pena: cada carpa, cada detalle, transporta al espectador directamente al Rif de 1921, todo ello en la emblemática 'Cabeza del Águila' del desierto de Tabernas. «Yo me he enamorado de este desierto», dice Gerardo Herrero, director de 'Carta blanca': «He hecho viajes de exploración a todas horas; amanecer, atardecer, de noche… incluso tendrá presencia en los créditos finales, a modo casi de documental, o al menos esa es mi intención».
«Demasiado buen rollo para una guerra»
«Es intenso -reconoce Iván-. Es una historia bélica en un paraje increíble, aunque complicado. El equipo está dando el 150%». Salva asiente: «Sí, físicamente es duro, el sol pega fuerte… pero es increíble». Ambos saben que no se trata de una filmación cómoda. El viento, la falta de sombra, la crudeza del paisaje se cuelan en cada plano y en cada músculo del cuerpo. «Es un rodaje exigente», admite Salva. «Nosotros tenemos que vivir lo mismo que el batallón al que damos vida».
Para Iván, 'Carta blanca' significa también su primer papel protagonista en cine. «Al principio sentía presión, pero como la película es coral me siento acompañado, sin expectativas agobiantes. Estoy confiando mucho en Gerardo y dejándome llevar». Su personaje, Juan Faura, es el más joven del pelotón. «Se alista por ciertas razones y lo que vive en el desierto lo transforma por completo. Es un proceso de madurez acelerada, de enfrentarse a la vida y a la muerte». Salva, en cambio, se adentra en las sombras con Klemper. «Un solitario, con ascendencia alemana y familia española. No tiene a nadie esperándole. Viene de muchas guerras y encuentra en la Legión una forma de seguir… o de dejarse morir. Es oscuro, con secretos, con un vacío interior». El acento supuso un reto, pero lo más difícil fue, dice, «trabajar esa soledad y ese dolor».
La dureza del rodaje contrasta con el ambiente en el set. «Demasiado buen rollo para una guerra», bromea Iván. Pero es cierto: la camaradería se nota y se traslada a sus personajes. «Estamos formando un grupo humano muy bonito, y eso se verá en pantalla». La historia, sin embargo, no es amable. Habla de heridas profundas, de la violencia y del deseo de venganza. «Te hace reflexionar sobre hasta dónde puede llegar el ser humano arrastrado por esa ansia -señala Salva-. También sobre los horrores de la guerra. Creo que es uno de los puntos fuertes de la película: hará pensar al espectador».
En la grabación estaban rodando una escena que, a simple vista, parecía anecdótica en el filme, pero que en realidad contenía una de las claves que harán que la película impacte: mostrar cómo las atrocidades de la guerra se repiten en todos los conflictos. Para ello, el equipo necesitaba la presencia de cinco soldados figurantes, cuya misión era interpretar a soldados muertos. Cada uno debía mantener la postura exacta, la rigidez y el realismo que exigía la escena, porque incluso el más mínimo detalle podía romper la verosimilitud y diluir el impacto de ese instante crucial.
Es impresionante ver cómo los figurantes se preparaban para su papel: permanecían en absoluto silencio, inmóviles, metiéndose en la piel de un soldado muerto antes de entrar en escena, y cómo, tras rodar, volvían a la vida. A los más jóvenes les pregunto si quieren ser actores protagonistas. «No estaría mal»; dice el más tímido, «a mí, si me pagan, lo que surja»; responde otro, y cuando voy a preguntarle lo mismo a uno más mayor, responde: «a mí lo que me gusta es la ciencia ficción, pero esto es bonito. ¿Tú no has visto la película en la que Hitler iba al espacio y se monta en un dinosaurio?». Me costó un poco saber que hablaba de 'Iron Sky'. «Pues algo así. Yo a mis amigos les llamo ahora 'Amadís'. A ti te voy a llamar así». Se ríe, señala una de las pantallas de la producción, y me confiesa: «Yo es que desde que me leí 'El Quijote' me quedé pillado». Todo el equipo de sonido estalla en carcajadas.
Un descenso a los infiernos
Aunque el elenco repite que la venganza es el eje de la trama, Herrero lo ve distinto: «No es tanto la venganza, es el descenso a los infiernos de un personaje. La venganza surge cuando encuentra a su hermano muerto, con una medalla en la boca. Ese hallazgo lo enloquece y arrastra a su pelotón tras él, en una espiral de locura. Es 'El corazón de las tinieblas', es 'Apocalypse Now'… salvando las distancias, claro. No es una venganza concreta, es un vacío existencial».
Su imaginario bebe de Sender, de Lorenzo Silva -que actúa aquí como coguionista-, de Fernando Marías. Libros que merecerían, dice, su lugar en la pantalla. Pero el cine histórico es un gigante caro y difícil de domar. «Han sido tres años de trabajo. Si yo no la hubiera dirigido, quizá no se habría hecho. Para una productora independiente es un esfuerzo descomunal». Herrero habla con pasión de la Guerra de África, de ese Desastre de Annual que, para él, es el segundo acontecimiento más decisivo del siglo XX español. «Determinó la Guerra Civil. Franco no hubiera existido políticamente sin el Rif: ascendió rápido gracias al fracaso de otros generales, y eso cambió la historia del país».
Sin embargo, para Herrero el mayor reto de la película es «hacerla bien», y sonríe, quizá con algo de pudor. «Producción, un equipo compuesto enteramente de mujeres, dice que está quedando mejor de lo esperado, lo cual me sorprende. Pero hasta que no esté montada no lo sabré. Puedes tener grandes escenas, grandes interpretaciones… pero lo importante es que todo encaje. El cine siempre es una apuesta a ciegas hasta el último momento».
Y así, entre el polvo que levanta el viento del desierto, el silencio tenso de los figurantes y el calor que quema la piel, 'Carta blanca' va tomando forma. No es solo una película sobre guerra; es un ejercicio de presencia, de atmósfera que ha conseguido que, ahora mismo, en el desierto de Tabernas uno puede casi sentir el Rif de 1921 bajo los pies.
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