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ABC Cultural

Adiós a Claudia Cardinale, musa del cine latino e icono de la belleza italiana

La estrella de cine Claudia Cardinale falleció a los 87 años en la región parisina AFP

David Felipe Arranz

Esbelta, pero no excesivamente. A los cuatro años llevaba poco pelo y un ricito con una cinta. A los seis, llevaba una trenza en torno a la cabeza con dos flecos a ambos lados de la frente. Luego se hizo el moño o chignon. A ... los trece años llevaba cola de caballo. A los quince los llevaba como Brigitte Bardot. De niña, las orejas le producían un complejo de inferioridad. Cuando trabajó en la película Rufufú (1958), Mario Monicelli se las pegó, pero después ya no tuvo ningún complejo. Cuando se animaba, hablaba o discutía, a Claudia Cardinale solían ponérsele rojas. Tenía los ojos de un marrón muy oscuro, pero muy brillantes, muy luminosos. La nariz era recta, ligeramente respingona, un poco ancha hacia la mitad, de alas muy estrechas. Se le ponían dos hoyuelos en las mejillas cuando reía; el labio se le volvía hacia arriba hasta casi tocar la punta de la nariz. Tenía un cuello largo y siempre lo llevaba erguido, en un gesto un poco soberbio, desdeñoso. El color de su piel era moreno, como si siempre estuviera bronceada por el sol. Nunca sabía dónde poner las manos y tenía el tic de llevarse una a la cara para ocultar la boca. Pensaba que andaba un poco como una maniquí, sin mover las caderas, sin contonearse, muy derecha y firme. Un poco rústica y un poco campestre, la Cardinale poseía una boca que se imaginaba en el acto de morder una fruta.

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